l amplio abanico de posiciones que se despliegan a lo largo y ancho del espectro político y que discurre desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha, subdividida en corrientes que agrupan a marxistasleninistas, socialdemócratas, democristianos o liberales, entre otras muchas familias, ha acuñado en Madrid una nueva categoría liderada por Isabel Díaz Ayuso que, según casi todas las encuestas, ganará con mayoría absoluta las elecciones autonómicas el próximo 4 de mayo.

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Fue la propia candidata a la reelección, en una entrevista con La Vanguardia, la que definió su proyecto político como "centroderecha alegre", un producto que se consume entre cañas y tapas como símbolo del estilo de vida madrileño. El éxito suele crear escuela, por lo que no sería de extrañar que, ahora que nos acercamos al fin de la pandemia gracias a las vacunas y que ya hay quien profetiza una repetición de los felices años 20, si los augurios se confirman la fórmula fuera replicada pero adaptada a otros estilos de vida. Quién no se apunta a la alegría. Visto desde Euskadi, creo que lo que nos debe preocupar es que esto que iba de comicios autonómicos pueda desatar, con la estrecha colaboración de Sánchez e Iglesias, una onda expansiva que alcance Moncloa y lleve a la derecha más extremada que nunca y a la ultraderecha a convertir sus amenazas en realidades. Eso sí, con alegría madrileña.