roduce desazón recordar aquellos vaticinios que se hacían durante la ilusa relajación veraniega en el sentido de que nuestra sociedad y su economía no soportarían una segunda ola de la epidemia. Pues bien, ya cabalgamos desbocados a lomos de la tercera; quién se atreve a asegurar que no sucederá una cuarta cuando después de domar este nuevo repunte tropecemos otra vez en la misma piedra. La única diferencia con las dos olas anteriores es que ahora nos podemos aferrar a la esperanza que despierta el inicio de la campaña de vacunación, esperando un turno que, ahora mismo, es imposible de situar en el calendario. Pero en este tema de las vacunas también se nos ha aguado el vino con la noticia de que Pfizer no va a poder suministrar sus dosis según el calendario previsto, lo que va a afectar a la operatividad de la campaña en el Estado. Este imponderable da la razón a la estrategia del Gobierno Vasco y su prudente gestión de las vacunas para garantizar que se cierra el ciclo de la inmunidad con la doble inyección. Pero el Gobierno español ha decidido que va a premiar la imprevisión, priorizando el reparto de las reservas entre las comunidades que han agotado su stock sin pensar en la segunda dosis. Cuando se compra un medicamento conviene leer el prospecto para conocer la posología. Una mala administración de las dosis puede tener consecuencias para la salud. Con las vacunas, ni siquiera ha habido prospecto, la campaña ha sido como una carrera y el que lo ha hecho bien, ya sabe para la siguiente.