o tampoco creo que Maradona sea ejemplo para nadie. No para mis hijos, al menos, pero no comparto el revisionismo puritano que se les despierta a algunas personas. Maradona disparó con carabina a periodistas, rompió una botella en la cabeza de una mujer que discutía con su hija, se corrompió, drogó y maltrató, a la vista de las evidencias; no solo a mujeres, sino a todo lo que se le pudo poner en su camino. A sí mismo. Y aún así, con todo lo malo que hizo y fue, desprecio a quienes ahora se meten en la sala del VAR a revisar las jugadas de partidos pasados, probablemente porque no comprenden lo que es difícil de comprender: el fenómeno Maradona. Y lo juzgan con su prisma, muy moderno, eso sí. Seguramente el abuelo de alguno que hoy desprecia a Maradona y su legado, le cruzaba la cara a la abuelita hace 60 años. O quizá lo hacía un bisabuelo. Pero les quieren. Quizá nuestros padres pegaban a sus niños, indefensos, y aún así les amamos. Ahí no entra el VAR. Evolucionamos. Y eso es lo bueno. Pero yo sigo comiendo filetes. Me gustan rojitos, por cierto. Y es posible, a la vista de nuestra deriva, que mis nietos no lo comprendan y me tengan por un asesino de animales. Quizá renieguen de mí, pero aún, al menos en mi pueblo, puedo decir un par de cosas: ¡Qué golazo, genio!