ay quien se pasa el día frente al ordenador mirando la evolución de la Bolsa o el último modelito de la influencer de turno. Pero ha irrumpido entre las obsesiones la del que se desayuna controlando la evolución del COVID en su comunidad, su barrio, infectados, fallecidos, número de reproducción€ Normal. En dura pugna contra los consejos de las autoridades sanitarias se encuentran los negacionistas de la pandemia e, incluso, los que la niegan a la vez que aseguran que nos lanzan el virus desde aviones con la finalidad última de ponernos un chip. Nuestros pobres cerebros están ya agotados. Y cómo estarán los de los sanitarios, que saben lo que les espera. Los dirigentes deben saber redirigir el dinero y está claro, simplificando mucho, que hacen falta más sanitarios y más profesores. En estas circunstancias, el sarao para anunciar el programa de la no Aste Nagusia me resultó difícil de comprender y la txaranga que atraviesa tozudamente en un vehículo las calles de Donostia, sin nadie que corra alegremente detrás, también. Ya sabemos que los ayuntamientos no financian la sanidad y que estas actividades pretenden más animar la pequeña economía que la fiesta, pero solo ver las caras estupefactas de algunos genera más tristeza que alegría, aunque algunos sectores en crisis lo puedan agradecer.