l pasado siempre vuelve cuando la herida está mal cicatrizada. De repente, aparece un inoportuno informe de la CIA que amenaza con meter una cuña en el frágil equilibrio que sostiene al Gobierno español. Así parece haberlo sentido Unidas Podemos, tan entusiasmada por investigar las cuentas secretas del rey emérito como reacia a indagar si los derechos de autor de la principal organización terrorista vinculada a las cloacas del Estado pertenecen al histórico presidente de su socio de gobierno. Porque para ser un informe viejo y firmado por una institución tan alejada de valores como verdad o justicia, ha removido mucho las aguas de la política española, al punto de que un significado grupo de dirigentes socialistas se ha visto obligado a salir a la palestra en defensa de su líder, ponderando virtudes que en absoluto cuestiona el dossier de la agencia estadounidense. En estos tiempos en los que se juega el relato de lo ocurrido en Euskadi con versiones a peso según el cristal por el que se mira, la verdad revelada por la CIA es un recordatorio de que el pasado solo puede avanzar mediante justicia, reparación y memoria. Una memoria que también tiene que esclarecer el terrorismo de Estado y, en general, las vulneraciones de los derechos humanos que se cometieron con el amparo de la legalidad vigente.