ue el balón vuelva a echar a rodar en los campos de Primera y Segunda División esta semana es otro síntoma de la nueva normalidad, un paso más en la construcción de lo que había derruido el maldito coronavirus. Era obvio que el fútbol, desde la privilegiada situación que mantiene en la sociedad, iba a ser una de las primeras actividades en arrancar y en disponer de todos los medios para cumplir con las medidas de prevención y seguridad. De este modo, Anoeta abrirá sus puertas el domingo, pero lo hará solo para los jugadores, los técnicos y los auxiliares necesarios para que la maquinaria de Tebas comience a funcionar. No estarán los aficionados. Por tanto, será un fútbol sin alma, sin pasión ni sentimiento. En la Bundesliga, que ha sido el primer campeonato en ponerse en marcha, se aprecia que a los partidos les falta algo, que están huecos. Aquí van a ir más allá y tratarán de maquillar esta carencia con un sonido artificial tanto en la megafonía de los estadios como en las retransmisiones televisivas, al estilo de las risas enlatadas de las comedias de antes. Un recurso que no hará otra cosa que desvirtuar el ambiente propio del fútbol y, de paso, censurar los, en ocasiones reprobables, diálogos entre los protagonistas. Y mientras tanto algunos se frotarán las manos, pero sin afición no habrá paraíso.