bai hacía tres años ayer, así que el vecindario se puso las pilas y a las cinco en punto se echó al balcón a cantarle el Zorionak zuri! Nos organizamos a través de WhatsApp y sí, hemos hecho un grupo del barrio. Aún no estoy arrepentido. Bueno, no sé si esto es un barrio, una calle, o solo un cruce, pero ahí nos hemos juntado 42 personas de diferentes bloques de viviendas. El centro de Ormaiztegi le llamamos. Razón social: cantar y bailar a las ocho de la tarde, después de la txalo zaparrada de rigor para los sanitarios. Hace de maestro de ceremonias un figura, Soto, el que rompe nueces y avellanas con el culo en la televisión. Un showman metido a DJ. Lo mismo le da a las canciones infantiles, que al chumba-chumba, y nos juntamos ahí desde niños a personas bien entradas en años, por encima de los 70; incluso sosos como yo. Lo de Ibai me llegó. Sin que sirva de precedente, canté y hasta toqué La marcha de San Sebastián con dos cucharas en una maceta, que como bien saben los que me conocen, podría ser uno de los indicativos más claros de que el fin del mundo se avecina. Bueno, que me despisto. El caso es que mi hija, de nueve años, se despertó con una ilusión: hacerle un dibujo a Ibai, dejárselo en el felpudo y cantarle en su fiesta. A lo mejor no somos tan capullos y aún tenemos remedio.