na vez concluido este, seguramente larguísimo para la mayoría, primer periodo de confinamiento, comenzamos el segundo plazo del estado de alarma sumidos en una vorágine de sentimientos: entre la resignación y el hastío de unos y el coraje y la valentía de otros; bajo el comprensible temor de muchos y el canto a la esperanza de otros tantos; en cualquier caso, todas ellas sensaciones lícitas y comprensibles ante la angustiosa situación, hace unos meses inimaginable, que estamos padeciendo. Y mientras tratamos de despojarnos de este manto de incertidumbre y congoja, es justo volver a valorar y destacar, una vez más, a los verdaderos héroes de esta historia: los sanitarios. Ese sector que, pese a alcanzar el 16% de los afectados por el coronavirus, sigue, pase lo que pase, en la primera línea de esta cruda batalla. Y, lejos de bajar los brazos, aplauden, aún con más fuerza si cabe, cada vez que un enfermo infectado por COVID-19 abandona la UCI. De igual manera, es legítimo reconocer también a los héroes anónimos, esos profesionales que nos hacen la vida más fácil: dependientes de los supermercados, de las tiendas de debajo de casa o de los quioscos; empleados de la limpieza; personal de residencias y centros asistenciales; y otros muchos que siguen al pie del cañón. Eskerrik asko!