No hay cosa más triste que un insulto flácido, la palabra gruesa adelgazada por el uso: ¡fascista!, ¡terrorista! Tiene algo de miss echada a perder, de torero veterano y tripón. Grítale a un conductor ¡hijodeputa! y se enfadará menos que si bajas la ventanilla, lo miras a los ojos y le sueltas a la cara un simple ¡tolai! bien deletreado. Así que, si su objetivo era ofender, acertó Esparza tildando de escoria al prójimo. Se trata de un japo rotundo, genuino y excepcional. Y más lo hubiera hecho si en vez de aclarar su significado le ocurriera lo que a mí, que al oír escoria ipso facto me brota el estribillo de RIP: escoria, vuestro futuro es, escoria, vuestro futuro es, escoria, escoria, escoria…
Otorgado el Sobresaliente al lenguaraz, toca ponerle un Muy Deficiente al político, un cero cerapio de la vieja escuela. Y es que, pese a recordar en vano la quinta acepción del diccionario –“escoria: cosa vil y de ninguna estimación”–, el muy cuco se cuidó de mencionar los sinónimos que la RAE le adjudica: hez y basura. O sea, que de forma expresa el líder de la oposición llamó mierda mierdera mierdaza a la tribu gubernamental.
Más que una manera edificante de contrastar ideas, parece una muestra de elitismo, otro privilegio de la casta, el de injuriar gratis. Pues nunca osaría Esparza comportarse así, como en el Parlamento, en la reunión de vecinos ni en la pescadería. ¡Eh, el del quinto izquierda, escoria, qué pasa con la derrama!, ¡tú, escoria, a la cola del besugo! Luego vas y explicas que en verdad te refieres a la sustancia vítrea que sobrenada en el crisol de los hornos al fundir metales. A ver cómo esquivas la galleta.