Nada sorprende ya en este manicomio, pero cuando casi habíamos tocado el cenit resulta que sólo es una meta volante. Una de las críticas que ha recibido la nueva estrella occidental de Bildu es que se trata de un hombre blanco, hetero e ikastolero. Al parecer tales rasgos lo invalidan el lunes para gobernar una comunidad, aunque no impidan que otra estrella, esta oriental, recupere una alcaldía el miércoles. Eso bastaría para exigir ya la medicación y apagar la luz en espera de los bárbaros, y no. Pues, tras la simpar acusación, algunos fieles han salido a defender al señalado, bien desmintiendo que estudiase en una ikastola, bien tratando de justificar esa opción educativa. ¿Estamos o no piraos?

Durante décadas hemos construido no una sociedad, que por fortuna esta va mucho a su bola, sino una imagen de la sociedad tan ortodoxa, que lo nuestro es digno de acto sacramental en una consulta psiquiátrica. Llevamos años asomados al balcón con el disfraz de comprometidos, revolucionarios, ecologistas, okupas, aliades, en fin, lo que toque, y hoy toca mostrar el pedigrí público curricular. Así que, si alguien husmea en la cocina y conoce nuestra imperfecta y variada humanidad, entonces urge disimular, aclarar, casi putopedir perdón. ¿Fuiste a una ikastola? Sí, pero es que en aquella época en mi pueblo blablablá…

¿Acaso es una mancha que tu familia optara por ese proyecto concreto de enseñanza, desde cuándo es algo de lo que avergonzarse? Por lo visto está feo gastarse un dinero extra en la educación de los hijos, sin duda mucho más feo que tunear la furgoneta y tatuarse el ciruelo. Lo dicho: para encerrar.