Lo verdaderamente importante es traer a Euskadi un bienestar y una calidad de vida que nos haga el mejor sitio para vivir. Así, literal, lo afirmó el presidente del partido que salvo un breve descanso gobierna el País Vasco desde hace cuatro décadas. Y no lo dijo en un congreso de notarios, sino en la celebración del 120º aniversario de la muerte de Sabino Arana. También fue allí, de forma oficiosa, donde el lehendakari cedió el testigo al aspirante.

No despreciaré la importancia de vivir bien, sea en Donostia o en Alcorcón. Tampoco arriesgo mucho añadiendo que ese deseo lo comparten todas las tribus políticas, todos los ciudadanos y, si me apuran, todos los notarios. No obstante, los partidos no se inventaron sólo para gestionar, pues en tal caso bastarían diez burócratas con manguitos. Su tarea además es ofrecer un candil ideológico en tiempos de zozobra. Has metido dos goles al Madrid, ¿estás contento? La verdad es que sí, que estoy contento. Yo creo que la gente necesita otras preguntas y respuestas.

El PNV quizás caiga por cansancio del electorado. Pero si lo hace también será por su incomparecencia o seguidismo ante los retos de la modernidad, que por cierto no se reducen a la economía. La identidad, la inmigración, la seguridad, la demografía, el ecologismo, el feminismo, el islam, ni siquiera en asuntos controvertidos como la ley trans vende una alternativa propia. Al contrario, compra cualquier novedad y parece muy feliz de estar de acuerdo consigo mismo y de paso con los demás. Claro que, si el dilema abertzale se reduce a elegir entre soberanistas Manu Chao y soberanistas Greta Thunberg, me da que lo tiene crudo.