Preparados para las emociones fuertes. Llegan días de turbación en los juzgados. Comparece, por fin, Miguel Ángel Rodríguez. La UCO mantiene entre ceja y ceja al fiscal general y sus teléfonos móviles. Las cintas del caso Koldo pasan de mano en mano. El juez Peinado prolonga sin límite la cruzada contra la esposa del presidente. Una pista de fácil aterrizaje para azuzar inmisericorde al Gobierno. Sin embargo, insuficiente para desestabilizar a un Pedro Sánchez envalentonado y con razón por los positivos datos del empleo y que, además, exprimirá hasta la última gota el limón ideológico de la muerte de Franco porque entraña otra brizna de polarización que tan buenos resultados le aporta.

Mucho morbo en torno al testigo MAR. Posiblemente no decepcionará a la concurrencia, sobre todo cuando abandone el juzgado. Tampoco lo tiene demasiado difícil para driblar la investigación. Nadie le ha imputado por su flagrante mentira que ha abierto la caja de los truenos, en involuntaria connivencia con la torpeza exhibida en la sala de máquinas de La Moncloa. En cualquier caso, siempre echará gasolina a la interminable guerra entre Ayuso y Sánchez que tanto favorece a su protegida.

Tampoco la izquierda tiene suerte con el calendario. No pasan dos horas de las históricas cifras de la caída del paro cuando la Guardia Civil dice al Supremo que García Ortiz se cambió de móvil para evitar que le descubrieran su trasiego de móviles relacionados con el impago a Hacienda del novio de Ayuso. Apenas corre la voz sobre el estado de gracia económico cuando entre Yolanda Díaz y Carlos Cuerpo se pisan la manguera desnudando sus diferencias para deleite de las garras opositoras. Suena fuerte acusar de “mala persona” a tu compañero de escaño azul. La vicepresidenta lo ha hecho y así agranda el estado de turbulencia ministerial. Ante trifulcas de semejante calibre, resulta irrelevante quién se encargue de mejorar y controlar la comunicación gubernamental. El enemigo está dentro.

El manual de resistencia socialista sobrevuela entre diputados socialistas. Asisten entre atónitos y aterrados al devenir de la legislatura. Son incapaces de prever el futuro a dos meses vista. En su ánimo penetran como una afilada daga los desvaríos corruptos que siguen circulando en torno a las amistades peligrosas de su compañero Ábalos. No saben el alcance de su detonación. El juez empieza a ver luz mientras los investigados en este caso eluden pisarse la manguera. La petición del suplicatorio al poderoso exministro conlleva un mensaje indiciario. Tampoco ha pasado desapercibido en Ferraz y alrededores que el ex secretario de Organización del PSOE aludiera a Santos Cerdán para explicar cómo conoció a Koldo. Las venganzas se sirven en plato frío.

El antídoto de Franco

Sánchez acusa estos golpes. Es humano. Se siente acosado cada día un poco más. Lo acaba de comprobar en Cerler escuchando improperios mientras demostraba su pericia con la tabla de snowboard. Ya le ocurrió en Paiporta. Pero se sacude del incidente, muchas veces con esa sonrisa irónica sonríe a la cámara que presagia cómo devolver la afrenta recibida. Bien sabe él que nada mejor que mentar la bicha del fascismo, ese comodín siempre a mano para enervar a sus rivales y, a cambio, recomponer el ánimo de los suyos y allegados. Siempre en beneficio de encumbrar su liderazgo. Es en ese contexto donde el presidente ha fabulado la celebración de decenas de actos que recuerden la muerte en la cama del dictador Franco. Nada mejor para aguar el polvorín judicial y la dependencia permanente de Junts, principalmente, que distraer tertulias y medios, sobre todo desde el ditirambo de incontables redes sociales, con fastos de tan cuestionable calaña.

Así pasarán los días. Solo ruido verbal ensordecedor y las consabidas sacudidas judiciales que parecen convenidas en ensanchar el boquete de la desconfianza ciudadana entre esa amalgama de causas dispares. En paralelo, tampoco hay una alternativa sólida a la que esperar con los brazos abiertos. Menos aún cuando empiezan a pisarse la manguera en aquellas autonomías donde comparten el poder y trasladan un ejemplo poco edificante para un futuro escenario a nivel estatal. No habrá presupuestos, pero hablaremos de Franco. Los inmigrantes seguirán arribando por tierra y mar, pero los partidos mayoritarios seguirán enzarzados en sus cuitas. Siempre nos quedará Puigdemont y la cuestión de confianza. O tal vez el próximo conejo de la chistera llegue alrededor de la vivienda.