En la Corte, huele a podrido. Un ambiente nauseabundo contamina la vida política, judicial, institucional y mediática. No hay límite porque aún hay margen para que, desgraciadamente, empeore con nuevas sacudidas. Tiempo incluso para las sorpresas histriónicas. El alucinante borrado de mensajes del fiscal general en su móvil destapa el delirio. Más aún, demuestra que nadie queda a salvo de intoxicarse ni de la quema. En algunos casos por acción entreguista y en otros, por omisión voluntaria. El fango de la corrupción, de la falsedad consentida, de un gobierno debilitado hasta la exasperación y de una inseguridad jurídica galopante mancillan la imagen de un país despavorido por el sobresalto diario de comisionistas sin escrúpulos, defraudadores desafiantes y jueces, como mínimo, controvertidos.
El panorama aparece realmente sombrío por turbio, pero tiende a ennegrecerse mucho más. La UCO pondrá todo de su parte. Ante semejante amenaza fundada, nadie debería jugarse la mano encima del fuego. Le puede ocurrir como a Reyes Maroto, abrasada en un abrir y cerrar de ojos por sus torpezas. Un desenlace que, como primera derivada, hace inexorable el maleficio sistémico de los candidatos del PSOE madrileño, todavía sin reponerse de la caja de los truenos que abrió Lobato ante el notario.
La gota malaya de la aviesa corruptela tejida sobre la agenda inabarcable de Koldo seguirá causando estragos. No sólo en la órbita socialista. Es un secreto a voces que De Aldama atendió peticiones de personas relacionadas con el PP, aunque, eso sí, sin las descaradas desvergüenzas que se van destapando. Hasta entonces, sigue desparramándose la sangría que causan en La Moncloa y Ferraz las tropelías de estos siniestros personajes.
En esencia, la actual coyuntura, envuelta por un maremágnum de variopintas causas judiciales que no entienden de jerarquías, provoca desasosiego. La nómina de involucrados en causas judiciales alcanza tales cotas que envenena sin escrúpulos la vida institucional. La oposición reduce todas sus energías a preguntar sobre la corrupción de entornos socialistas. Le sobran motivos, sí, aunque le falta la visión estadista para atender siquiera un instante las exigencias económicas, migratorias o sociales de millones de ciudadanos. Jamás en la historia democrática se conoció semejante elenco de investigados: un presidente de gobierno, su círculo más próximo de colaboradores en La Moncloa, su esposa, su hermano, algún ministro, otro exministro, el fiscal general del Estado, el novio de una presidenta autonómica, o un calamitoso regidor valenciano tienen alguna causa abierta en los tribunales. Un triste récord.
EL PRECIO DE LA MENTIRA
Nunca una patraña ha conseguido tanta rentabilidad política y periodística como la maledicencia de Miguel Ángel Rodríguez sobre la deuda tributaria del novio de Díaz Ayuso. Aquella descarada mentira urdida por el cerebro gris de la presidenta madrileña, travistiendo la voluntad inicial de un defraudador, ha acabado por atrapar a sus enemigos. A tan fatídico desenlace ha contribuido con denuedo la contrastada impericia de la sala de máquinas del presidente del Gobierno. Semejante torpeza resulta difícil de superar. En el despropósito han quedado retratados demasiados cargos de relevancia. Les saldrá caro. Más allá de las futuras responsabilidades penales, de momento rearman las razones políticas de la combatiente lideresa que, a su vez, asiste complacida a la desafiante actitud de su pareja mientras obvian con desprecio su responsabilidad aún pendiente con Hacienda.
En realidad, los embustes se han hecho un hueco en estos tiempos de turbulencias. Nadie mejor que los imputados para sacudirse sus cargos con patrañas. Solo queda la prueba del algodón para desenmascarar las falacias. Le ocurrirá algún día a Carlos Mazón. El presidente valenciano sigue desgastando a su partido con una actitud tan chulesca como temeraria. La verdad se le resiste, quizá porque haya perdido su crédito personal y político. Sin embargo, tampoco los socialistas salen indemnes de la quema que supone la indignación de las decenas de miles de afectados por la trágica dana. La ausencia de ayudas compensatorias, la reducción de efectivos para encarrilar una progresiva normalidad que se antoja lejana y las trabas burocráticas erosionan también al Gobierno español. Sigue sin existir un auténtico plan de reconstrucción. Solo llegan con fuerza los gritos acusadores entre bandos políticos irreconciliables. También aquí, de mal en peor.