Lo escribí en esta misma página el pasado lunes. El Consejo de Ministros del martes no aprobaría el reconocimiento del Estado palestino. Dejaría el anuncio para el miércoles, cuando el presidente del Gobierno español debía responder en el Congreso sobre las actividades de su esposa. Una larga cambiada de manual de comunicación política. Se buscaba desviar la atención sobre lo principal ofertando un cebo a modo de cortina de humo.

Por supuesto que es peor un gobierno de las derechas extrema y extremísima, pero no me digan que, si tienen una gota de auténtica conciencia solidaria, no se les llevan los demonios al ver cómo la noble y justa causa palestina es utilizada (sobeteada, diría yo) según los intereses de un tipo que ha demostrado no tener más principios que su continuidad a toda costa.

Efectos prácticos

Cumplido el objetivo de llevarse los principales titulares, quedan por explicar las consecuencias reales de lo que, por otra parte, no podemos negar que se trata de un paso histórico... al mismo tiempo que tardío, pues ya hace diez años el Congreso español se pronunció a favor del reconocimiento de Palestina.

Deberemos esperar al 28 de mayo, fecha elegida en coordinación con Irlanda y Noruega, para saber lo que implica efectivamente el reconocimiento. Sería decepcionante que todo se quedara en una declaración de un indudable simbolismo pero sin efectos prácticos de cara a que verdaderamente Palestina pueda formar parte del concierto de las naciones.

Habrá que mirar con detalle, por otro lado, a quiénes se considera representantes legítimos del estado que se reconoce. Ahí se prevén problemas. En su alocución de ayer, Sánchez dejó claro que Hamás es una organización terrorista a la que no se le puede otorgar capacidad de interlocución.

Lo que ocurre, como vemos a diario, es que la milicia islamista tiene el control de una gran cantidad del territorio y, sin necesidad de pasar por las urnas, goza del favor de una parte muy importante de la población.

Se sobreentiende que el gobierno legítimo es el de la Autoridad Nacional Palestina, que solo tiene bajo su dominio el territorio de Cisjordania. Queda todavía un largo camino.