Me precio de ser la primera persona que mencionó a la entonces presidenta del Parlamento Vasco -el enorme y valiente Juan Mari Atutxa no pudo tener mejor sucesora- como Izaskun Bilbao Barandica, subrayando su segundo apellido. Tardó muy poco esta bermeotarra casi de estereotipo de convencerme de su notable talla política, que siempre ha ido pareja a la humana, lo que tampoco es demasiado habitual; otro punto a su favor. Con la luz roja encendida, en las entrevistas era capaz de ofrecer una perfecta mezcla de argumentario con sabrosas declaraciones de cosecha propia. Cuando ya no estábamos en el aire, el mensaje, quizá menos tamizado, era el mismo, muy lejos del cinismo reglamentario de los que tienen un discurso público y otro privado.

Exactamente así se ha conducido en las tres legislaturas que lleva ejerciendo como representante del PNV en el Parlamento Europeo. De ello también puedo dar fe con conocimiento de causa, porque he tenido varias oportunidades de seguir en vivo su trabajo en Bruselas y Estrasburgo. En esas ocasiones, he comprobado cómo, frente a algunos de mis resabios euroescépticos, en ambas cámaras hay un puñado de personas, empezando por Bilbao Barandica, no han ido a vegetar disfrutando de un sueldo muy goloso, sino a currar por su país, da igual con o sin estado. Bastaba ver el bombardeo en mi email de notas de prensa sobre cuestiones que jamás alcanzarán los primeros titulares para tener claro que la única representante jeltzale en el gigante institucional que es la UE se dejaba la piel en cada propuesta. Mientras, otros también geográficamente cercanos, se dedican al selfi sin pegar un palo al agua. No nos adelantemos. Quedan unos meses para que Izaskun y su equipo -mis respetos, Jon Goikolea- culminen su gran labor.