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La vuelta de Javier Vizcaino | En confianza

Y ahora, Francisco sigue en solitario

Y ahora, Francisco sigue en solitarioN.G.

Necrofilia – Parece que por fin ha terminado el espectáculo necrofílico con el cuerpo amortajado de Benedicto XVI. Algún día reflexionaremos sobre dónde está el límite entre el homenaje cariñoso o la muestra de respeto a un difunto célebre y el circo morboso a mayor gloria de los instintos más bajos. Es que, carajo, menuda racha llevamos de cultos al fiambre con pedigrí. Lo de Isabel II, trasegada de aquí para allá durante semanas, marcó el récord. Pero no ha estado lejos la procesión con los restos de O rei Pelé o la capilla ardiente del emérito finado, expuesto siniestramente con sus mejores galas, mientras peregrinaban a su alrededor decenas de miles de seres humanos, algunos de los cuales no tuvieron el menor empacho en cascarse un selfi ante la mojama del purpurado. Pero, como apuntaba arriba, el show terminó a las 11.40 horas cuando, por fin, fueron depositados en un féretro “de sencilla madera de ciprés”, según las melifluas crónicas, los restos del pontífice que se hizo a un lado e ingresaron en la cripta papal de la basílica de San Pedro.

La silla de Francisco – En el interior del ataúd se colocaron siete monedas de oro, diez de plata y nueve de bronce, equivalentes a los años, meses y días que el difunto permaneció en el trono petrino. Son casi tres años menos del decenio que permaneció en el retiro, como sombra remota para quien le tomó el relevo, que fue también quien ayer presidió su funeral. Y a nadie se le escapó que Francisco, antes cardenal Jorge Bergoglio, llegó al templo en una silla de ruedas por sus cada vez mayores problemas de movilidad. Era inevitable que en el aire, entre los gritos de “¡Santo súbito!” dedicados al extinto, flotara la pregunta de si muy pronto el jesuita argentino tendrá que seguir los pasos de su predecesor y ceder el báculo a otro.

Van a por él – Hasta que eso ocurra, si es que termina ocurriendo, lo cierto es que acaba de comenzar una nueva etapa en la llamada Santa Sede. Y según cuentan los vaticanólogos de pro, se le vienen curvas al ya papa único. Por alguna razón que va contra la intuición, mientras Ra-tzinger respiraba, sus acólitos –popularmente conocidos como cuervos, no les digo más– se han mantenido en una tensa quietud. Han intrigado subrepticiamente contra el que consideran anticristo, pero no han pasado a mayores. Ahora que su líder ha hecho el tránsito “a mejor vida” y no hay quien los retenga, se espera una ofensiva ultra en toda regla para derrocar al que atribuyen el pecado mortal de haber abierto puertas y ventanas que deberían estar bajo siete llaves. Veremos quién gana.