¿En qué se centra y con quién trabaja la psicología oncológica?

–Intervenimos en todas las fases posibles de la enfermedad tanto con pacientes como con familia (diagnóstico, tratamiento, recidiva, intervalo libre de enfermedad o supervivencia y/o terminal) y en caso de fallecimiento, también con familiares en duelo. El objetivo es facilitar la percepción de control de la enfermedad, detectar y dar soporte a las necesidades emocionales, psicológicas, sociales y espirituales de la persona para ayudarle a encontrar respuestas. Nos referimos a reducir miedos y angustias ante la incertidumbre (a pruebas, cirugías, resultados, cambios corporales…); fobias que puedan surgir (a inyecciones, alejarse del hospital, claustrofobia...); efectos secundarios o secuelas (dolor, sexualidad, fertilidad, movilidad, reincorporación laboral); comunicación con médicos y familia; facilitar el buen morir. Con profesionales sanitarios, tenemos dos objetivos: facilitarles recursos y estrategias para afrontar adecuadamente la comunicación de diagnóstico y malas noticias, así como mejorar la relación con paciente y familia. También prevenir el síndrome de burn out.

Una de sus labores consiste en ayudar a afrontar el duelo por la pérdida. Me imagino que cada persona tendrá su ritmo.

–Efectivamente, no hay un tempo determinado. Se trata de un proceso natural, muy doloroso y estresante, compuesto por pensamientos, sentimientos y actos, que exigen cambios vitales para una buena adaptación a la nueva realidad.

También dependerá de las circunstancias de la pérdida y del tipo de relación con la persona que se ha ido.

–No es lo mismo que la muerte llegue tras una enfermedad larga o inminente, sea anunciada o súbita, la edad también cuenta. Asimismo, quién falta, lo que significa para uno, las costumbres, proyectos de vida o recursos propios influyen en el curso del duelo.

En fechas señaladas como estas que estamos viviendo se hace especialmente difícil sobrellevarlo.

–El dolor estará presente, pero se puede conjugar con momentos de alivio y bienestar.

¿No celebrar las fiestas o marcharse lejos de casa puede ayudar en algo?

–Intuitivamente, hablando en familia o entre amigos o con un profesional podemos ir conociendo cuál es la mejor respuesta para uno este año, el próximo ya se verá.

¿Cómo afrontan estos momentos las personas que están muy enfermas y no saben si será la última celebración?

–Dependerá de lo elaborado que tengan su recorrido vital y su comprensión de la muerte.

¿Qué ocurre cuando hay niños en la familia?

–Es una realidad que innegablemente también están viviendo. Como adultos, es imprescindible que podamos hablar con ellos de los cambios que hay y de las emociones que van surgiendo en cada momento.

¿Sirve de algo “hacerse el fuerte”?

–Ocultar una emoción a la larga, no suele ser buen antídoto: aumenta el malestar. Genera aislamiento, desconfianza, soledad y sobrecarga.

Para ustedes, las profesionales, ofrecer este servicio tiene que ser especialmente delicado…

–Ser parte de ese transitar desde el sufrimiento hacia un equilibrio y serenidad es un privilegio.