Jueces filólogos

– Ya vimos no hace mucho a jueces ejercer de epidemiólogos, enmendando incluso la plana a los que tenían el título oficial, así que ahora no puede sorprendernos que sendas juezas se metan a filólogas para imponer el nombre a dos criaturas doblegando la voluntad de sus amas y sus aitas. Ojo, que ni siquiera estamos contando que sus señorías han prohibido el nombre elegido para las niñas y les instan a buscar otro. Qué va. En los dos episodios de los que hablamos, han sido las teóricas administradoras de Justicia las que han determinado el nombre que les ha parecido oportuno. Y hasta han tenido los bemoles de argumentarlo. En el caso de una niña de Zorrotza a quien sus progenitores quisieron llamar Eki, la jueza le ha puesto Ekia, con a al final, alegando que Eki es nombre de varón y punto pelota. Va para Nobel de Euskal Filologia, sacándose del birrete el modo de feminizar los nombres en euskera.

Semen

– Claro que todavía es más surrealista lo de la niña de Gasteiz que su ama y su aita registraron como Hazia, es decir, semilla. Vaya usted a saber haciendo qué pirueta para documentarse (buscarlo en Google, como si lo estuviera viendo), la jueza encontró que la expresión “Hazia bota” podría traducirse como eyacular. Eso contravendría la norma que impide usar vocablos malsonantes o que lleven a burla. Una consulta a Euskaltzaindia –ay, ay, ay– parece que efectivamente le confirmó que una de las acepciones de la palabra puede ser semen. Sin ser un genio de la etimología, queda claro que eso es igual en castellano y estaría por jurar que en un montón de lenguas. Ni corta ni perezosa, la togada volvió a hacer sus pinitos en materia de investigación lingüística, y encontró que Zia también es semilla en latín y, encomendándose a sí misma, inscribió así a la pequeña.

Anacronismos

– Aunque se esté contando como anécdota, el asunto es muy grave. Nos están diciendo que la Justicia, como si no tuviera otras cosas gordas de las que ocuparse, puede decidir el nombre de nuestras hijas y nuestros hijos. En el mismo viaje, estamos comprobando el sindiós que es la legislación en materia de inscripción de recién nacidos. De saque, se hace difícil entender que a estas alturas del tercer milenio se hable de nombres masculinos y femeninos exclusivamente. Espero que todas las facciones enfrentadas respecto a ley trans tengan claro que hay que acabar con este anacronismo. Y una pregunta final: ¿Quién y cómo va a compensar a estas dos parejas la aberrante historia para no dormir en la que se han visto envueltas? l