Banderín de enganche - El Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo, el del efecto, ya tiene uno de sus banderines de enganche para la reconquista gaviotil de La Moncloa: la promesa de derogar la ley de Memoria Democrática. De aquí a lo que quede para la convocatoria de las próximas elecciones generales, los portavoces habituales y sus correspondientes terminales mediáticas nos van a atizar la matraca del malvado pacto con Bildu desayuno, comida y cena. Pero lo peor es que toda esa quincallería dialéctica no caerá en saco roto. Esta vez el mensaje es de los que calan y hacen mella. Seguramente, no en los canales progresís oficiales (incluido el del amiguete de Villarejo) ni en los tuíteres o feísbuques de la izquierda endogámica encantada de conocerse a sí misma. Pero sí en las conciencias individuales de personas que han decidido que no vale la pena entrar al choque. Y también en grupos reducidos en los que, en confianza, se pueden manifestar ciertas opiniones. ¿Nadie ha tomado nota de la mayoría absoluta del PP en Andalucía? 

Mal precedente - Todo eso, dejando al margen que casi nadie -tampoco los partidarios- sabe exactamente de qué va la ley o qué efectos prácticos concretos va a tener. El precedente inmediato es pésimo. La ley de 2007, la de Zapatero, está prácticamente por estrenar. Ha servido para cambiar unos cuantos nombres de calles y para muy poquito más. Como sabemos bien en Euskal Herria, la búsqueda de fosas solo ha avanzado seriamente allá donde las instituciones locales han estado dispuestas a financiar los proyectos impulsados por las asociaciones memorialistas. Todavía queda mucha tierra por remover y muchos huesos por encontrar. No tantos, eso también hay que aclararlo, como los que pretende el bulo cada vez más extendido de que España es el segundo país tras Camboya en número de desaparecidos.

Reescribir la Historia - Menciono lo anterior, aun resultando molesto, porque si las intenciones declaradas fueran ciertas, no sería necesario adornarse con falacias burdas como esta. Otra cosa es que se esté jugando a la postverdad que tanto afeamos al populismo de ultraderecha. En ese sentido, fue tremendo escuchar a la vicepresidenta y lideresa de la izquierda fetén, Yolanda Díaz, que con la nueva norma se reescribe la Historia. La declaración es demoledora. Está dando la razón a los que sostienen que la pretensión última es crear un relato falso de los hechos. Algo totalmente innecesario, pues ya hace mucho tiempo que superamos la versión franquista. ¿Quién quiere ahora ponerse a su altura?