Pirotecnia - La ministra Irene Montero se funde en un abrazo emocionado con su compañera de gabinete Ione Belarra. No es para menos. En el Congreso de los Diputados se acaba de aprobar por 201 votos a favor frente a 140 en contra la ley de garantía integral de la libertad sexual, que en los titulares de chuntachunta nombramos como Ley del solo sí es sí . Más allá del debate orillado (por nada conveniente) sobre el charco jurídico de consagrar la presunción de culpabilidad en un texto legal, volvemos a estar ante un gran ejercicio de pirotecnia. De entrada, a cualquiera que observe el fenómeno ajeno a la contaminación ideológica no se le escapa que la vaina no va de lo aprobado sino de la necesidad de anotarse puntos en la reyerta cada vez menos sorda entre las dos banderías del trocito del gobierno que atiende por Unidas Podemos. Después de varios tantos que subían al marcador de Yolanda Díaz, esta vez el oeoeoé es para las representantes de la ortodoxia morada, que llevaban varios sets sin rascar bola.

Seis violaciones al día- Pero lo peor no es eso, que al fin y al cabo, es una disputa por el poder de las tantas en las que gusta enredarse a las fuerzas de izquierda. Para quien de verdad se sienta aludido por la sustancia de la ley que va a ir al BOE, lo tremendo es plantearse en serio si la nueva norma va a servir para el fin que proclama su enunciado. ¿Se conseguirá la “garantía integral de la libertad sexual”? Cuesta creerlo a la vista del punto de partida. En el estado español se denuncia una violación cada cuatro horas. Y si nos fijamos en la actualidad más inmediata, nos encontramos con que solo en los últimos veinte días se han conocido cuatro agresiones sexuales en grupo, algunas de ellas, perpetradas por menores y también con niñas como víctimas. Si ampliamos el foco, y solo fijándonos en este tipo de violaciones grupales, nos encontramos con un dato demoledor: se han denunciado casi 300 en cinco años. Por lo que nos toca más de cerca, 25 en la CAV y 9 en Nafarroa.

Hacer, no solo predicar - Merece una reflexión por qué la inmensa mayoría de estos casos no han tenido ni una centésima parte del relieve mediático ni de la repulsa colectiva que vimos respecto a la manada de Iruñea. Me resulta difícil creer que la celebrada nueva ley vaya a cambiar las cosas. Desde luego, no lo hará si sigue con la inercia actual en la que la persecución real y el castigo de los violadores se cambia por maravillosas proclamas, bienintencionadas campañas, almibarados manifiestos sobre agresiones en espacios festivos o concentraciones de repulsa cuando ya es tarde.