Todas las cabeceras de orden hacen piña contra el último anuncio de la vicepresidenta que envenena sus sueños. "Salario mínimo sin diálogo y por decreto", clama en primera ABC, sobre una foto de Yolanda Díaz con los líderes de UGT y Comisiones Obreras a sus espaldas, la misma que ilustra estas líneas. Es solo el aperitivo a un despliegue de su artillería opinatera con cuatro piezas poniendo a caldo de perejil la medida.

La primera de esas piezas es el propio editorial, titulado "Díaz ya solo pacta consigo misma". Como intuyen, la subida del SMI es solo una excusa para atizar a la ministra de Trabajo: "Díaz no está al servicio de ningún consenso, ni su intención siempre es la de poner de acuerdo a sindicatos y empresarios. Piensa en ella misma y en su futuro. Quiere ser la gallina de los huevos de oro y todo apunta a una nueva izquierda de salón, rebosante de oportunismo. Con la reforma laboral en el BOE, ahora ya los empresarios les dan igual tanto a Sánchez como a Díaz".

"Díaz invita, empresas y familias pagan", titula su columna Yolanda Gómez Rojo. Aquí ya nos encontramos con la letanía que verán repetida en bucle hasta el punto final, es decir, que subier el sueldo mínimo destruye empleo: "Los casi dos millones de trabajadores afectados estarán muy contentos si logran mantener sus puestos de trabajo. Pero no nos engañemos, habrá agricultores, comerciantes, hosteleros, cuyos negocios no les permitirán destinar más de 17.000 euros anuales a contratar a trabajadores poco cualificados. Y habrá familias que no puedan permitirse pagar esas cantidades a un cuidador para sus mayores o para sus hijos".

Los otros dos columneros del vetusto que que le dan a la tecla sobre el asunto son Alberto García Reyes y María Jesús Pérez. Bastará con los encabezados. "El tongo del salario mínimo", es el de García Reyes, mientras que Pérez se decanta por un juego de palabras que si uno está espeso no acaba de pillar: "Y ahora el SMI: Sánchez Miente Impunemente".

También el portadista de El Mundo se pone sutil. "Díaz impone su SMI exprés sin los que lo pagan", es el titular. Dentro, el editorialista completa la faena: "El problema de esta vuelta a la unilateralidad en material laboral es que el coste de los juegos de poder del sanchismo lo van a pagar los españoles en forma de paro".

Por ahí va también Pedro J. Ramírez disfrazado de anónimo editorialista de El Español: "La mejora de las condiciones salariales y laborales de los españoles es una asignatura pendiente. Pero no se puede negar que aumentar el salario mínimo en un 36% en una sola legislatura, sin tener en cuenta que hay sectores como el agrícola que no pueden asumirlo, es jugar con fuego en una economía tan quebradiza como la nuestra".

En Vózpuli, Jesús Banegas dice lo mismo pero con más vitriolo: "Un gobierno serio y responsable no solo no habría aumentado el salario mínimo, sino que debería dejarlo en suspenso hasta que la tasa de empleo y el nivel de desempleo se situaran al menos en la media europea. En todo caso, y mientras el Gobierno no siente la cabeza y siga fiándose de su pensamiento mágico al margen de toda realidad, habría que preguntarle: si es bueno subir el salario mínimo ¿por qué no lo suben mucho más?".

"El Salamo Míriro Intefopresional", se hace el chistoso el columnero de El Debate Antonio R. Naranjo. Por si no habíamos caído en el encabezado, repite la guasa en la letra menuda: "A la proeza de aprobar la reforma laboral tras cocerla en un puchero le añaden ahora la cuarta revisión del Salamo Míriro Intefopresional para elevarlo a mil euros, como si sus sortilegios fueran útiles por el mero hecho de enunciarlos".

He dejado para el final a La Razón, que titula en portada "Gobierno y sindicatos suben el salario mínimo sin contar con la patronal". Pero lo bueno está en el segundo editorial, donde el amanuense de Francisco Marhuenda (o él mismo sin firmar) vuelve a despacharse a gusto contra la persona más detestada por el director del diario azulón. "La comparsa Garamendi y la CEOE", reza el encabezado que ya nos sitúa en la bofetada: "El cuarto aumento del SMI de Sánchez ha sido también un portazo al jefe de la patronal, entregado y cómplice de la estrategia del Gobierno en la nueva regulación del mercado de trabajo. El papelón de Garamendi se degrada incluso cuando parece imposible hacerlo mientras Moncloa lanza su enésima andanada contra la línea de flotación de las empresas españolas sin respuesta por parte de quien tiene ese deber. La irrelevancia de la CEOE va de la mano de la ambición y el medro de su presidente acomodado en su papel de comparsa". Esa inquina de Marhuenda empieza a ser un género en sí mismo.