El bocata atómico
Crisis en el sector porcino
Al parecer, un bocata de embutido, un triste bocadillo de chorizo, es el culpable de la mayor crisis que vive el sector porcino español, un sector productor potente donde los haya. Ni las críticas más feroces de colectivos ambientalistas ni los escandalosos vídeos filmados por animalistas introducidos en granjas porcinas han conseguido lo que un simple bocadillo, que alguna persona al bordo de un vehículo pudiera haber arrojado por la ventana del coche o depositado en una zona de descanso. Increíble, pero al parecer, cierto. Hasta que se demuestre lo contrario, claro.
El bocata de embutido, al parecer en mal estado, es la bomba que ha resonado en las granjas porcinas, despachos oficiales y en las sedes de las empresas cárnicas que conforman un enorme y potente conglomerado agroindustrial del que me dispongo a dar algunos datos.
Para que usted sea consciente de la magnitud del bombazo que supone el dichoso bocadillo, le informo de que España es, en el año 2024, el primer productor de carne de porcino de la Unión Europea, con un 24%, seguido de cerca por Alemania pero a mucha distancia del resto de países. Además es el tercer productor del mundo, tan solo por detrás de China y Estados Unidos. La posición en ambos rankings nos hace ver con claridad por qué el sector porcino, con el 39,1% de la Producción Final Ganadera (PFG), se sitúa como el subsector ganadero más relevante en términos económicos.
En el año 2024 se sacrificaron 53,9 millones de cerdos, la producción total alcanzó los 4,9 millones de toneladas, con un aumento del 1,8% en volumen, y destacar que todo este universo porcino se concentra en comunidades como Aragón, Catalunya, Castilla y León, Andalucía, Murcia, Extremadura y Castilla-La Mancha, que continúan siendo el núcleo del censo porcino en el que Euskadi, dada su reducida cabaña porcina, no aparece ni en el canto del libro de estadísticas.
Nuestro pequeño sector porcino, el vasco, salvo algunas pocas granjas vinculadas a algún grupo externo está conformado por unas explotaciones de porcino extensivo, cerdos al aire libre, englobados en la cooperativa Basatxerri que comercializa su carne y elaborados, con su propia marca, Basatxerri, y bajo el amparo de Eusko Label.
Por tanto, nada que ver con las miles de granjas que pueblan la España vaciada de las comunidades autónomas antes mencionadas, que producen bajo el sistema de integración donde la sartén por el mango la ostentan las empresas que, en muchos casos, controlan el pienso y los lechones para su engorde. Finalmente, los lechones engordados son sacrificados en mataderos y la carne es transformada en elaborados cárnicos en empresas que también son de su órbita.
Mientras en nuestra zona la mano de obra es la de los propios baserritarras, en las granjas integradas es, bien mano de obra externa contratada, bien la mano de obra del propio ganadero que, por ilustrarlo de alguna forma y sin que por ello quiera iluminar a la vicepresidenta Yolanda Díaz, ejerce de falso autónomo.
Como vengo diciendo, este universo porcino está orientado en gran parte a la exportación, que en el año 2024 alcanzó un valor total de 8.783.872.000 euros de los que 5.000.000 van a la UE (Francia, Italia y Portugal los principales destinos), y el resto fuera de ella (China, con el 40%, principal destino). Todo esto viene a consecuencia de que el Estado español produce un 196% de su tasa de autoabastecimiento, es decir, produce casi el doble de lo que consume.
Por eso mismo, es incomprensible que mientras el sector productor con sus diferentes modalidades se haya dotado de unas instalaciones, infraestructuras, tecnología y un sector industrial tan potente e innovador, además de la red comercial y exportadora con la que abordar los mercados exteriores, se ha descuidado un asunto tan vital como es la creciente población de fauna salvaje y, hablando pronto y claro, la plaga de jabalíes que tenemos en nuestros territorios pululando alrededor de las granjas.
Desde el sector ganadero, al menos aquí, en Euskadi, se lleva reclamando un mayor control y más eficaz de la plaga de jabalíes bien por los daños que ocasionan básicamente en las praderas y maizales, bien por el riesgo sanitario que suponen estos animales que son unos eficaces transmisores de enfermedades a esa cabaña ganadera con la que comparten, en el caso del vacuno, praderas, bebederos, comederos e incluso llegando a entrar en las propias cuadras.
Los daños ocasionados en praderas y maizales son evidentes, tangibles y demostrables y muestra de ello existen miles de fotos y vídeos que lo atestiguan. Ahora bien, el riesgo sanitario es un peligro que pasa desapercibido para el conjunto de la población y de algunos responsables públicos pero que salta a la palestra, como ocurre ahora en Catalunya, cuando un simple bocadillo está provocando un estallido semejante al provocado por un artefacto atómico.
No exagero. Si la peste porcina se expandiera al conjunto del Estado, teniendo en cuenta el empleo y la economía que el porcino genera tanto en el campo como en el transporte, empresas suministradoras, sacrificio, industria cárnica, etc. comprobarán, quizás demasiado tarde, el alcance del bocata atómico y el agujero negro que provocaría.
