En los tiempos de Carolo, los nobles venidos a menos, con la legítima pretensión de ascender en la escala social, solían apostar por uno de los hijos, enviarlo a la corte del rey, formarlo, engalanarlo y, cuando fuese lo suficientemente atractivo para alguna noble despistada perteneciente a una familia adinerada y poderosa, casarlo y, así, mejorar la situación económica familiar que, además de las penurias habituales, estaba especialmente debilitada por el alto coste de tener un hijo allá por la corte.
Algo parecido ha ocurrido, en opinión de este juntaletras, con la cadena de distribución Uvesco y su fugaz casamiento con el fondo francés Pai Partners.
La cadena de distribución vasca nació en el año 1993 y tiene su sede y epicentro en la localidad fronteriza de Irun. A lo largo de los años ha ido expandiéndose como una mancha de aceite mediante aperturas propias, compra de la cadena Ercoreca en Bizkaia en 2011 haciéndose con sus 50 establecimientos y se abrió a comunidades limítrofes como Navarra y Cantabria.
La acogida de la cadena por parte de los consumidores vascos y colindantes fue tan positiva que los dirigentes de esta se fijaron como meta el crecimiento exponencial de la firma para así, creo, poder competir de tú a tú con otras cadenas de distribución presentes en el mercado de la alimentación y fijaron sus ojos en la corte madrileña.
Por ello, a los 10 años del gran salto dado por la cadena con la compra de Ercoreca, en diciembre de 2021, se tuvo conocimiento de la bomba mediática que no era otra que la compra del 70% de Uvesco por parte del fondo francés Pai Partners que, dicho sea de paso, era bien conocido por estos lares dado que es el propietario de otra empresa alimentaria vasca como es La Gula del Norte. Es decir, se aliaban con un adinerado que les prestase el vil parné para adentrarse, con ciertas garantías, en la conquista de tierras madrileñas.
Ese mismo día, el entonces CEO, hoy presidente, José Ramón Fernández de Barrena, afirmó, textualmente, “me gustaría transmitir mi ilusión por la entrada de Pai en el accionariado de Uvesco, ya que nos proporcionará el apoyo necesario para continuar nuestra trayectoria de crecimiento” y es que, al parecer, era plenamente consciente de que abordar semejante tarea no era posible con un buen hacer demostrado hasta el momento y que necesitaban del músculo financiero del que carecían.
Así, durante estos tres años, han podido intensificar su política de expansión hasta llegar a un total de 300 establecimientos, 183 en Euskadi y el resto en el Estado, nuevamente a través de aperturas propias y con la compra de 2 cadenas en Madrid (Gigante e Hiber), constituyéndose así una única cadena con dos epicentros, Euskadi y Madrid.
En estos tres años de casamiento con el fondo de inversión, quizás por intensificar su cuota de mercado atrayendo a un consumidor cada vez más sensible al factor precio, quizás por indicación del propio fondo, la cuestión es que la cadena Uvesco ha impulsado, abandonando la marca ELIGES de la central de compras IFA, una política de marca de distribución propia, estampando su nombre BM en diferentes productos, considerados clave por sus mandamases.
En esta tesitura es donde la tradicional apuesta de BM por el producto local comienza a flaquear y vemos cómo se presentan algunos productos de comunidades vecinas como Cantabria y La Rioja como productos de caserío y cómo bajo la marca blanca de BM se nos oferta leche gallega o huevos de Toledo, debilitando con ello el mercado de los productores locales.
En definitiva, en la medida en que la zona de actuación de la cadena va expandiéndose por diferentes territorios y comunidades, el concepto de lo local también se expande y, al mismo tiempo, debilita en tanto en cuanto la referencia de lo que es local y lo que no, se difumina.
La euforia por arrimarse a esta gente con posibles como Pai Partners parece desvanecerse actualmente al caer en la cuenta de que los musculosos compañeros pretenden hacer caja con esa cadena que han engordado, maquillado y engalanado para poder casarla con el mejor postor, porque aquí y en París, lo importante es la dote por conseguir con el casamiento.
Ahora, los productores andan inquietos por la estrategia de compras de producto local que tenga el nuevo propietario de la cadena, sea el que sea, y sea de donde sea, y mientras tanto, diferentes personas, entidades e instituciones intentan hacerse con ese 70% del fondo francés para garantizar su vinculación con el país, Euskadi, aun siendo conscientes, unos más que otros, de que la pelea se perdió hace tres años cuando llegó el fondo con la billetera caliente. ¡Veremos en que acaba este casamiento y posterior divorcio!