Inicio la jornada diaria dando un repaso a los boletines oficiales y observo con asombro, al menos en los boletines oficiales de los territorios históricos, que en los últimos tiempos hay dos cuestiones que abundan. Por una parte, los ayuntamientos que dan cuenta de que su alcalde-alcaldesa delega en un concejal su potestad de celebrar una boda civil. Por otra parte, las más, leo infinidad de anuncios que dan cuenta de las listas de candidatos a un empleo público, nombramientos definitivos, procesos de estabilización de empleos temporales, etc. y así, entre bodas y funcionarios se copan los boletines.
Por otra parte, esta misma semana, el Gobierno Central anunciaba la aprobación de la mayor oferta de empleo público de la historia con 40.121 nuevas plazas mientras las empresas y autónomos de diferentes ramos, incluidos los del ramo agrario, dan cuenta a los cuatro vientos de que no encuentran trabajadores para sus negocios. Sí, las dos caras de la misma moneda, de forma simultánea. Mientras las administraciones y entidades, corporaciones y demás organismos públicos no tienen el más mínimo problema para cubrir sus necesidades de mano de obra y/o empleados, las empresas y autónomos, se las ven y se las desean para cubrir sus necesidades.
Unos y otros, empresas y autónomos, especialmente en sectores económicos como la limpieza, los cuidados de las personas, la agricultura, la construcción, la hostelería y algún otro sector que seguramente olvide, a falta de mano de obra local, suelen verse obligados a recurrir a mano de obra proveniente de otros países y continentes. En muchos casos, de culturas ajenas a la nuestra, con idiomas diferentes y sin esa red de protección familiar que te permite desempeñar una actividad delegando el cuidado de tus hijos/as y padres/madres en manos de amigos y/o familiares.
A todo ello, sumémosle el laberinto burocrático al que se ven sometidas todas las personas inmigrantes que huyen de sus países de origen bien por razones económicas, religiosas, climáticas, políticas, etc., por lo que sea, y que llegan a este país, con muchas ganas de socializarse y trabajar, pero sin papeles, sin permiso de residencia ni de trabajo y así, muchos de ellos, se ven obligados a vivir en el limbo de la alegalidad durante tres años hasta poder comenzar a gestionar los permisos pertinentes, vía procedimiento de arraigo.
Toda la sociedad, administraciones, políticos, organismos, policías, empresas, familias y todos, incluido cada uno de nosotros, somos sabedores de la situación y que entre nosotros, con nosotros, conviven miles de personas migrantes que viven en el limbo de la alegalidad y es en esa situación extraña, de niebla permanente que todo lo cubre, donde se mueven los migrantes alegales, los empresarios y autónomos de buen corazón y necesitados de mano de obra, los empresarios y autónomos desalmados y necesitados de mano de obra, las mafias que los extorsionan y otra mucha y variada fauna.
Toda la sociedad es conocedora de que muchos de estos alegales, aunque tengan una oferta de empleo firme, no pueden acceder a ese trabajo hasta cumplir estos interminables tres años de limbo y así se genera un caldo de cultivo donde se unen el hambre con las ganas de comer y una situación esquizofrénica de, al parecer, difícil, o imposible, solución.
Mientras, algunos empresarios y autónomos, sin alternativa posible en el mercado laboral local, se arriesgan recurriendo a los alegales del limbo, se la juegan, y mucho, sabedores que, en algunos casos, para mantener levantada la persiana del negocio, tienen que recurrir a mano de obra foránea porque nuestros jóvenes, al menos muchos de ellos, incluso los propios hijos de estos empresarios y autónomos, sólo quieren ser influencers, youtubers, futbolistas o probadores de toboganes. Ahora bien, en el caso de que los pillen, estos empresarios y autónomos son conscientes de que serán duramente criticados por esa sociedad y por esos vecinos, amigos o enemigos cercanos, que a la chita callando, delegan el cuidado de sus ancianos, la limpieza de su portal o las chapuzas de casa a esta gente del limbo. Y que conste que, con estas líneas, no estoy para nada amparando actitudes de abuso y/o explotación laboral.
Recientemente, y con esto finalizo, conversando con una dirigente política de postín sobre las recientes elecciones al Parlamento Vasco, le decía que en esta sociedad vasca actual, algo fácilmente replicable a otras comunidades y países del entorno europeo, la cultura del esfuerzo, el emprendimiento, el riesgo y el carácter empresarial están demodé, mientras la cultura funcionarial lo impregna todo y todo aboca que todos los sectores económicos van encaminados a su total publificación. Nadie ampara, ni social ni políticamente, a los empresarios y autónomos que emprenden, meten más horas que el reloj y arriesgan, ganan y/o pierden, y como nadie les tiene en mente, el marco ideológico que se impone es el funcionarial y el del mundo público, ahogando a estos empresarios y autónomos con burocracia, normativas, fiscalidad y otros muchos requisitos que les llevan, con la lengua fuera, hasta el abandono. Y así nos va.