odos los indicios apuntan a que el cadáver hallado ayer flotando en el río Bidasoa a su paso por Irun es el de un joven migrante de origen africano que previsiblemente intentaba cruzar la muga hacia Francia. De confirmarse esta hipótesis, sería ya la tercera víctima en idénticas circunstancias en los últimos meses en esta zona, después de las muertes de Yaya Karamoko en mayo y de Abdolulaye Koulibaly en agosto, a las que hay que añadir el suicidio, muy probablemente por desesperación, de Tessfit, también en la misma orilla del río. Son tragedias perfectamente evitables e insostenibles. Irun se ha convertido en una parte a menudo letal de la ruta de centenares de migrantes -se calcula que más de medio millar al mes- que tras llegar a la península en pateras intentan alcanzar Francia, donde se encuentran con los duros controles fronterizos de la Gendarmería, que los devuelve al otro lado de la muga, por lo que optan por atravesar el Bidasoa, cayendo muchas veces en una trampa mortal. Solo la creación de vías y corredores seguros para los migrantes puede atajar esta grave situación. El trato inhumano que se dispensa a los migrantes y refugiados en Europa es no solo indigno y denigrante, sino ilegal y atentatorio de los derechos que como personas vulnerables les asisten, en Irun, en el Mediterráneo -donde aún siguen muriendo decenas en el mar-, en Bielorrusia y en Polonia, pero sobre todo en Bruselas como capital de la Unión Europea y donde deben tomarse decisiones para detener esta masacre. El jefe de Frontex, la agencia fronteriza de la UE, Fabrice Leggeri, ha advertido a Europa de que debe estar preparada para afrontar en un futuro próximo más crisis migratorias. Situaciones que, obviamente, cada vez son más difíciles de resolver y que se van sumando a otras en medio de la parálisis de Bruselas, que se muestra incapaz de hallar soluciones y, sobre todo, de imponerlas a los Estados miembro. Ni las ilegales devoluciones como las que practica Francia en la muga de Irun ni las repatriaciones ni el abandono en el mar son parte de la solución, sino, bien al contrario, incrementan las crisis humanitarias como las que los últimos días pueden verse en la frontera entre Bielorrusia y Polonia, con la impúdica utilización de los migrantes como "ataque híbrido" dentro de una inmoral estrategia geopolítica.