a desconvocatoria casi in extremis por parte de Sare de la manifestación prevista para hoy en Arrasate e interpretada como un homenaje al preso de ETA Unai Parot devuelve cierto sosiego a un ambiente de crispación política y social que amenazaba con afectar a la convivencia. La convocatoria de esta marcha en Arrasate, donde Parot tiene sus vínculos familiares, y la alusión directa en la misma al recluso -condenado por su vinculación con decenas de asesinatos- ha sido un imperdonable error por parte de Sare. De principio a fin. Lo ha sido la propia concepción de la movilización y también su gestión hasta ayer, lo que ha provocado que la fuerte polémica política que surgió en las asociaciones de víctimas desde que se hiciera pública no dejara de crecer, al tiempo que la derecha y la ultraderecha la utilizaban de forma torticera en su estrategia de crispación y de ataque tanto al Gobierno español como al vasco. Tras mantener la movilización y sus argumentos durante más de un mes en medio de la polémica -este martes el portavoz de Sare, Joseba Azkarraga, afirmó que no había “ningún motivo” para suspenderla- la red social no puede alegar que se han “desvirtuado” su intenciones. Máxime cuando ha decidido suspenderla para “no alimentar la confrontación” y asegura que su vocación es “buscar espacios de entendimiento para poder avanzar en la convivencia”. Si así fuera realmente, nunca hubiese convocado el acto de Arrasate o lo hubiese desconvocado en cuanto las víctimas y otros colectivos sociales y políticos denunciaron que se trataba de un homenaje a Parot que añadía sufrimiento a los damnificados. No es la primera vez que Sare desatiende estas peticiones mayoritarias de empatía y sensibilidad -como hace más de año y medio con la charla de un expreso de ETA en la UPV/EHU-. No se trata de un problema de legalidad, de ejercitar un derecho de manifestación y reivindicación o protesta legítima contra lo que denominan “cadena perpetua”. De hecho, tanto el TSJPV como la Audiencia Nacional habían avalado la movilización. Es, una vez más, cuestión de cercanía, sensibilidad y empatía con las víctimas y de compromiso ético. Sare ha perdido de nuevo la oportunidad de mostrar su apuesta por la convivencia y de concitar apoyos más plurales y se ha visto obligada a suspender el acto por la presión social, sin autocrítica y sin reconocer su error.