an transcurrido diez años desde el inicio de los denominados encuentros restaurativos que, dentro de una estrategia general que dio en llamarse vía Nanclares y al amparo de Instituciones Penitenciarias y la Dirección de Atención a Víctimas del Terrorismo del Gobierno Vasco, llevaron a cabo víctimas de ETA y presos de la organización. Estas reuniones, que tuvieron lugar en un contexto marcado aún por la violencia y la dura confrontación, fueron protagonizados de forma discreta por reclusos de ETA críticos con la lucha armada y la deriva de la banda y por personas directamente damnificadas por los atentados. Los encuentros supusieron un hito en el proceso de evolución personal de estos presos, alimentaron el desarrollo de una autocrítica transformadora tras un primer paso de alejamiento y de ruptura con la banda, aumentaron el reconocimiento del daño y el sufrimiento causados así como el compromiso con la construcción de la paz y la convivencia y en muchos casos incluso alcanzaron a la petición de perdón -espontánea o premeditada- a las víctimas, lo que redundó en una clara deslegitimación del uso de la violencia. Buena parte de las víctimas que tomaron parte en esta iniciativa confiesan que la experiencia -dura y dolorosa- también les enriqueció. Lamentablemente, la llegada a la Moncloa en diciembre de 2011 de Mariano Rajoy puso fin a los encuentros restaurativos y, en general, a las distintas iniciativas de la vía Nanclares, que quedó desactivada en favor de una política penitenciaria muy punitiva insertada dentro de la "política antiterrorista". Ello frenó en seco los procesos de distanciamiento de ETA y reinserción de muchos reclusos de la banda. Un error legal, ético y político que ahora apenas empieza a corregirse. La asunción por parte de Euskadi de la competencia de prisiones abre, sin embargo, nuevas expectativas en la apuesta del Gobierno Vasco por la justicia restaurativa, la reinserción social y el compromiso autocrítico y deslegitimador del delito por parte de los presos. En este sentido, la vía Nanclares y en especial los encuentros restaurativos que tuvieron lugar hace diez años son solo un modelo que sus propios protagonistas -tanto víctimas como victimarios- consideran positivo dentro de una estrategia más humanitaria, pero también más efectiva para la resocialización y la convivencia.