La encuesta elaborada por el CIS sobre las elecciones autonómicas de la Comunidad de Madrid, que se celebrarán el 4 de mayo, mantiene viva la pugna entre los dos polos ideológicos en liza. La victoria sería muy clara de la candidata del PP y actual presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, pero la suma de las tres formaciones de izquierda podría obtener la mayoría absoluta y arrebatar un poder al que la derecha se aferró hace casi 20 años con aquella maniobra más propia del Chicago de los años 30, cuando compró la voluntad de dos parlamentarios socialistas en el conocido como tamayazo. El sondeo que se conoció ayer es anterior al debate celebrado la noche del miércoles pero, por lo visto en el plató televisivo, más parecido a un ring por los golpes dialécticos que se propinaron unos contra otros y la casi total ausencia de propuestas y proyectos cuando más necesitada está una ciudadanía hastiada con la pandemia, las espadas siguen en alto. Pese a que no dejan de ser unas elecciones autonómicas, los comicios han adquirido categoría de generales, dando la razón a esa boutade de que “Madrid es España dentro de España. ¿Qué es Madrid si no es España?” que pronunció hace unos meses la presidenta madrileña. Y a alimentar ese marco que ha buscado el PP con el objetivo de confrontar su modelo político y económico con el de Moncloa y, de paso, reagrupar en sus siglas el voto fugado hacia Ciudadanos y Vox, han acudido los líderes de los dos partidos que gobiernan España en coalición. Visto desde Euskadi y salvando todas las distancias, la maniobra recuerda a lo que ocurrió en las elecciones autonómicas de 2001, con aquella operación urdida en Madrid para descabalgar al nacionalismo de Ajuria Enea y que Ibarretxe frenó con los históricos 600.000 votos. La decisión de Iglesias de acudir al rescate de su partido para convertirse en el azote de la derecha madrileña y la implicación de Sánchez ante el inadecuado perfil de su candidato para una batalla barriobajera reúne las condiciones ideales para hacer de Díaz Ayuso el dique de contención ante las aviesas intenciones de Moncloa para Madrid. Sin negar trascendencia a las elecciones de la comunidad donde radica la capital del Estado, no deja de ser paradójico que el ejecutivo en el que anidan el espíritu de la cogobernanza y el federalismo, se deje arrastrar por unos comicios como si en ellos se jugara el futuro del Estado.