e la aprobación por la Cámara de Representantes de Estados Unidos del impeachment a Donald Trump por "incitar a la insurrección" en el asalto al Capitolio de sus seguidores cabe resaltar su carácter histórico: es el primer presidente que lo afrontará por segunda vez y también el único que sufriría sus consecuencias tras haber abandonado la Casa Blanca, una vez Joe Biden jure la presidencia el próximo día 20. Pero lo relevante de la votación, que tampoco había sucedido nunca antes, son los diez legisladores republicanos que se han sumado a los demócratas. No por la mayoría (232 a 197) que conforman, sino como más que posible precedente de lo que ocurrirá en la votación definitiva del Senado, donde el equilibrio (50-50) de escaños y la necesidad de un apoyo de dos tercios al impeachment exige del Partido Republicano un desmarque nítido del histriónico magnate que desde la Presidencia ha condicionado, cuando no manipulado, su actividad durante los últimos cuatro años. Que tanto el líder de la minoría republicana en la Cámara de representantes, Kevin McCarthy, como el de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, se hayan mostrado, de modo vehemente el primero y muy veladamente el segundo, partidarios de enjuiciar a Trump o que se hayan posicionado al respecto familias de notable peso en el partido -Liz Cheney, hija del exvicepresidente Dick Cheney votó contra Trump- parecen indicar que, frente a lo que sucedió con el anterior impeachment por sus presiones a Ucrania, esta vez la iniciativa demócrata de enjuiciar a Trump podría encontrar los 17 votos ajenos que necesita. Aunque en el ánimo de los senadores republicanos pese la renovación de la Cámara en 2022 (34 escaños en juego, 20 de ellos republicanos) y las posibles consecuencias para sus campañas de apoyar la inhabilitación del aún presidente, el elefante republicano ha iniciado el giro de su pesado avance hacia una profunda renovación que precisa del fin político de Trump. La caída de apoyo popular a una futura candidatura del magnate -ha perdido 20 puntos desde noviembre- y el rosario de juicios por su difusa actividad empresarial que le espera tras dejar la Casa Blanca parecen razones añadidas a la suficiente de la manifiesta irresponsabilidad mostrada por Trump en los acontecimientos del pasado día 6.