l mes de junio arroja en Euskadi un resultado inequívocamente malo en materia de desempleo. Cierto es que viene condicionado por un contexto en el que se acumulan circunstancias absolutamente extraordinarias. Junio ha sido el mes en el que han reabierto las oficinas de Lanbide, lo que acumula las demandas de empleo no presentadas en los dos meses anteriores; además, los datos apuntan a que el tradicional ingreso de jóvenes en el mercado de trabajo al finalizar los cursos universitarios y de bachillerato no cuenta con un tejido económico receptivo a su incorporación por el momento económico; adicionalmente, los servicios y, sobre todo, los relacionados con el ocio y el turismo, siguen sumidos en la incertidumbre y las limitaciones derivadas de las necesarias medidas de seguridad sanitaria, que dificultan el consumo. Con todo, el escenario resultante de los datos de desempleo no hace sino confirmar que el momento económico es inestable. Las expectativas de recuperación son reales y están en las previsiones de todos los organismos de análisis, pero para ello queda aún una travesía del desierto que hay que afrontar. Una travesía que, además, requiere ser afrontada de inmediato, con la menor pérdida de tiempo posible. En ese sentido, el panorama vigente da la razón a quienes abogaron por no perder dos meses de iniciativa económica por un retraso electoral que hubiera redundado en prolongar la provisionalidad de las instituciones comunes a los vascos de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa por meros cálculos de conveniencia. Las urgencias vienen por el lado de recuperar la actividad, incentivar el necesario reposicionamiento de las empresas vascas en un entorno de competitividad muy severa en el que el valor añadido llegará por la capacidad de ofrecer calidad y servicio innovadores en un momento en el que el mercado está contraído y son más los proveedores en oferta que la limitada demanda de consumo. La reactivación de la economía no es una necesidad secundaria una vez que los elementos de seguridad sanitaria están sobre la mesa. La evolución de la pandemia tiene en estos momentos más que ver con el compromiso cívico que con otros factores y, en consecuencia, las medidas de reactivación deben adoptarse en el mínimo plazo posible y con el mayor consenso. No estamos para zancadillas.