Ante el desorbitado precio de la electricidad y el temor de que Rusia interrumpa el suministro de gas a Europa y siguiendo las recomendaciones de la Unión Europea, el Gobierno español ha aprobado un paquete de medidas urgentes y como decreto ley para mejorar la eficiencia y el ahorro energético en empresas, comercios, hoteles o transportes y en el sector público. Desde el pasado lunes y a través del BOE se conocen ya los detalles que afectarán a la vida cotidiana respecto a temperaturas, horarios de iluminación y demás pormenores de obligado cumplimiento. Como ya viene siendo habitual, Pedro Sánchez ha tomado la decisión como café para todos, sin previa consulta ni respeto a las atribuciones que en este asunto tienen las administraciones autónomas. En fin, que vuelve a tropezar en la misma piedra.

Pero en este caso voy a centrar la atención en los efectos políticos derivados ya desde el anuncio de estas medidas de ahorro energético, teniendo en cuenta que el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, ya venía presionando al Gobierno exigiéndole tomar medidas contra los precios disparados de la electricidad y las pesimistas previsiones sobre el suministro del gas. La decisión del Gobierno, por tanto, venía a coincidir con las propuestas de la oposición y en un primer momento así lo ratificaron el propio Feijóo y buena parte de sus barones autonómicos. Y en esto llegó ella, Isabel Díaz Ayuso, y anunció: “Madrid no se apaga”.

Ayuso pretende convertir a Madrid en una comunidad nacionalista y populista que no aceptará nunca, por principio, ninguna decisión que tome el Gobierno presidido por Pedro Sánchez. Ayuso, la indiscutible lideresa del PP, asesorada por el maquiavélico Miguel Ángel Rodríguez, M.A.R., le tomó gusto a la insumisión a todo lo que venga de Moncloa y ocupó de tal forma el espacio socio-político madrileño, q ue se ganó un importante apoyo de la derechona, por supuesto, y desde los diletantes, los despistados y hasta de los antisistema cerrando el paso a la expansión de Vox. M.A.R., que logró con su habilidad sin escrúpulos hasta hacer de Aznar un político, ha situado a Isabel Díaz Ayuso en un incuestionable liderazgo refrendado en las urnas. Que sea una indocumentada incapaz de sostener un debate sobre el ahorro energético, es lo de menos. El caso es que inmediatamente anunció la insumisión de Madrid al decreto ley y, cómo no, recibió el aplauso entusiasta de comerciantes, hosteleros, agentes turísticos y la multitud de noctámbulos, terraceros y ociosos que sueñan con hacer de Madrid una fiesta perpetua.

Y aquí viene la bajada de pantalones de Feióo, el hombre ecuánime, sensato y fiable que nos vendieron, incapaz de contradecir a la lideresa y, de repente, se opone a las medidas que él mismo venía reclamándole al Gobierno. Ahora dice que deberían ser simples recomendaciones sin obligación legal y, quién lo iba a decir, ahora resulta que el PP, adalid del centralismo, exige que sea cada autonomía la que decida sobre cumplir o no el decreto ley.

Entró como una estrella, por fin, y el indiscutible liderazgo de Alberto Núñez Feijóo salvaba al PP del desastre provocado por Pablo Casado. Pero está claro que no, que la que manda es ella y todo el equipo supuestamente renovador está condenado a bailar el chotis que ella marque.