Bertrand Ndongo, camerunés llegado al país hace diez años, youtuber de éxito y por eso asesor de Rocío Monasterio, ha dicho que a las mujeres de izquierda, amargadas, insatisfechas y feas, les faltan machos empotradores. Y que por eso compran el Satisfyer, ese estimulador de clítoris que anda mejorando las alcobas. Teniendo en cuenta que su jefa es diputada y presidenta de Vox en la Comunidad de Madrid, además de responsable de asuntos sociales en su partido, lo suyo sería preguntarse por qué no se venden más estimuladores neuronales. Y más bridas. Y más bozales. Pero no: la estrategia cafre está muy bien pensada.

Sí, es verdad, al oír a sujetos como el tal Bertrand Ndongo uno, en primer lugar, se acuerda de Ramón Gómez de la Serna -“En la vida hay que ser un poco tonto porque, si no, lo son solo los demás y no te dejan nada.”-, Martin Kippenberger -“No puedes hacer el tonto si ya eres tonto”-, Jalapa Roland, campeón mundial en la modalidad de distancia recorrida envuelto en llamas y arrastrado por un caballo, y Scott Murphy, quien desde antes de que el patriota follarín del que hablamos pisara España ostenta el récord planetario en velocidad doblando sartenes de aluminio. Y es cierto que, en segundo lugar, tendemos a creer que los botarates con altavoz lo son para disgusto de sus mandamases, esa peña recta y serena que a veces les afea las travesuras.

Y no: en ese negocio hay bufones, clínex, perros de presa, rasa infantería, bocachan-clas, entremeses que les hacen el trabajo sucio a las estrellas. Rocío Monasterio será cada vez más rica gracias a teloneros como Bertrand Ndongo. A este, a ver cuánto le dura la gira.