l dolor en la zona lumbar es muy agudo. Cada latido del corazón se ve acompañado por una nueva punzada. Es un cólico. Ese que te hace ofrecer a la enfermera cualquier vena de tu cuerpo para que inyecte en ella el calmante. Hace un mes volví a sufrir uno y recuerdo que lo último que leí antes fue el Informe de la Juventud en España 2020. Por Euskadi estamos mejor, pero tampoco para echar cohetes, y ahora que se habla tanto de maltratar a los mayores, quiero poner el foco en los jóvenes que están siendo el blanco exagerado de la crítica social. El chivo expiatorio de la irresponsabilidad y la insolidaridad en la pandemia. No diré que ellos no quebranten las normas, pero, ¿son los únicos?, ¿son los que más? A ello se suma esa crítica desmedida que los mete a todos en el mismo saco. Los jóvenes "no tienen valores", "ni modales", "son conformistas", "están siempre con sus pantallas"... ¿A quiénes describimos? ¿A la juventud, o a nosotros mismos?

Y es que desde la crisis de 2008 no les está tocando, precisamente, la mejor parte del pastel. La actual crisis ha empeorado su presente y, en parte, afectará a su futuro porque el aumento necesario de la deuda pública, en gran medida, se lo van a comer con patatas los jóvenes. Altas tasas de paro, un 40% con contratos temporales, un 36% a tiempo parcial y yéndose de casa a los 29,5 años. Como para pedirles que tengan familia. Además, al ser cada vez menos en una sociedad que envejece cada día, pareciera que el problema es menor, cuando lo vuelve más grave. Al recordar que algo de solo tres milímetros en mi riñón me llevó al hospital, pienso que estamos gestando un cólico generacional al que no le sirven planes bienintencionados para calmar el dolor de esta piedra. Es prioritario invertir en infancia y juventud porque necesitamos jóvenes formados y comprometidos pero, sobre todo, con oportunidades y esperanzas.