N es el nombre que podríamos dar a una inventada etnia nativa que habita las tierras de Gipuzkoa. Aparentemente, cuando los ves yendo de paseo, no creerías que ellos conforman un tipo de familia muy singular y, sin embargo, lo son. Hace 31 años comenzaron a poblar diferentes zonas de nuestro territorio y, aunque las cifras nos hablan de 414 niños y jóvenes que crecen y se educan en estas familias, su valor es infinitamente mayor. Esta etnia metafórica de los y las IN, son las familias de acogida de Gipuzkoa. Esas parejas y familias que un día decidieron abrir su hogar a un niño que no había tenido la suerte de estar, en ese momento, recibiendo la mejor atención y protección de sus padres y madres y que la Diputación, en su acertada campaña, les llama los niños y jóvenes invisibles. Bebés, niños y adolescentes que, por diversas razones, no podían seguir con sus aitas y que, gracias a aquellas, tuvieron nuevamente una familia con la que despertarse con un cariñoso egun on, acostarse sabiéndose queridos por alguien que los mira desde la entrada de la habitación, o disfrutar acurrucados en el sillón en una tarde de peli y palomitas.

La Diputación busca 60 nuevas familias para acoger a esos niños INvisibles. 60 familias que se sumen a las que vienen haciéndolo desde hace años y que llamaría amas y aitas IN. Héroes, también, INvisibles que han asumido un compromiso no para un día al año, ni al mes, ni siquiera a la semana, sino de 24 horas y 365 días para querer sin mirar a la sangre. Padres y madres IN porque su gesto es INdescriptible, INsuperable, INcreíble, INimaginable y así, un largo etcétera. En estos tiempos en los que todo parece incierto y no sabemos dónde está la salida, estas familias son un ejemplo real y cercano de hasta dónde pueden llevarnos la solidaridad con mayúsculas, por difíciles que parezcan las circunstancias.