latón creía que debían gobernarnos los sabios. Lo tenía claro: el capitán del barco debía ser el que más sabía de navegación. Mucho más tarde, el triunfo de la técnica promovió que los gobiernos fuesen administrados por técnicos y científicos, los tecnócratas. Ahora, a la corrupción rampante de algunos y al a veces dudoso sistema de elección que los partidos tienen para elegir a sus cargos, se suma este contexto de tanta incertidumbre. Así, miles de científicos han reprochado a Sánchez que "ustedes mandan, pero no saben". También alguno crítica la comisión que el lehendakari ha creado para hacer seguimiento de la crisis, alegando que son más políticos que técnicos. Hay tan mala mar que, como Platón, pedimos que pilote el que sabe. Entiendo la lógica: si los políticos son más el problema que la solución, quedémonos con los técnicos.

Comparto el cabreo de fondo. Claro que toca decidir con la cabeza, y no con las tripas, y menos aún, con el bolsillo, pero no compro todo el planteamiento. Los políticos tienen intereses, pero los técnicos también y no siempre científicos, porque son de nuestra misma especie, ¡humanos! Y claro que saben de lo suyo, pero ello no impide que siendo uno capitán de barco sea un mal capitán, porque navegar implica muchas cosas. El reto del gobernante no es buscar soluciones técnicas, sino dar con aquella que es la menos mala cuando no hay un remedio mágico, que es casi en el 99% de los casos. ¿A qué expertos había que hacer caso? ¿A los que defendían no abrir los colegios o, a los que sí? Políticos y técnicos son complementarios. Los cargos públicos deben escuchar a los técnicos, máxime si dicen lo que no les gusta, pero sin ser rehenes de ellos, porque en su labor lo perfecto es enemigo de lo bueno. Despolitizar las altas estructuras políticas para politizar a los técnicos puede ser "hacer un pan como unas tortas".