a promoción turística de Euskadi suele usar imágenes de maravillosos paisajes, de la gastronomía mundialmente reconocida, así como de nuestras expresiones culturales, artísticas y deportivas, para cerrar con un eslogan que realce lo expuesto. Uno de los últimos que leí, decía: "Euskadi, un pequeño país con una gran identidad". Puede resultar un listado de tópicos en el que, a fin de cuentas, quién más, quien menos, se siente reconocido. Sin embargo, me encantaría que también nos presentásemos al mundo, haciendo una mención a las miles de personas que están comprometidas con aquellas a las que, en la tómbola de la vida, no les tocaron los mejores boletos. Toda esa extensa red de entidades sin ánimo de lucro que defienden los derechos de la infancia, las mujeres, la juventud, los que sobreviven en la exclusión social, las personas con discapacidad o alguna enfermedad, o que viven en países empobrecidos, por citar unos ejemplos. Su nombre más pomposo aunque puede que no le haga justicia es Tercer Sector Social y hoy es su día en Euskadi. Para los que lleven un Santo Tomás dentro y necesiten ver para creer solo unos datos: 4.000 entidades con 158.000 voluntarios y 38.500 profesionales que mueven 1.736 millones de euros al año, suponiendo el 2,3% del PIB vasco. Pero su aportación va mucho más allá. En concreto, nos ofrecen cuatro ángulos para un cuadrado perfecto: apoyo social directo a personas a las que ni la administración (primer sector), ni las empresas (segundo sector) atienden; sensibilización de la sociedad y promoción del compromiso solidario; colaboración con los gobiernos en la prestación de servicios, y una imprescindible labor de denuncia y crítica de las injusticias. La silenciosa labor diaria del Tercer Sector social es vital, tanto, que lo suyo sería cambiar aquel eslogan por este: "Euskadi, un pequeño país con un gran corazón".