¿Revolución? Si la entendemos como un levantamiento social violento lo que nos está ocurriendo con el aumento de la presencia de personas de otros países, no lo es. Si hablamos de un cambio rápido y profundo, la palabra se ajusta perfectamente. Gipuzkoa es mucho más diversa de lo que era hace solo 20 años. Cualquier pueblo acumula hoy fácil 25 nacionalidades diferentes de mujeres y hombres que han venido para quedarse y desarrollar un proyecto de vida. Eso hace imprescindible gestionar esta diversidad y pasar de la coexistencia a la convivencia. La primera viene a ser aquello de “tú en tu casa y yo en la mía”. Compartimos pueblo, barrio pero poco más. La segunda, convivir, ya nos habla de que lo que te pasa a ti, también, de alguna manera, me afecta a mí. La coexistencia es, aparentemente, más cómoda frente a una convivencia que nos exige hablar de respeto y solidaridad. En el caso concreto de la comunidad islámica en Euskadi estamos mucho más en la coexistencia que en la convivencia, y ni siquiera aquella está libre de conflictos. Si hay un tipo de migrante claramente estigmatizado en la sociedad vasca es el magrebí, más si cabe si hace gala de su fe islámica. A la histórica visión del “moro” se han ido sumando los prejuicios derivados del terrorismo islamista. Es por ello que el Manifiesto por la convivencia que el Gobierno Vasco ha firmado con la comunidad islámica me parece una gran noticia. De esas que pasan desapercibidas y que parecen pura palabrería pero que generan las condiciones para ir dejando atrás la mera coexistencia. Podemos no asumir el reto, esperar a que surjan los problemas y culpar “a los de fuera”. O pensar que en esa construcción de país de la que tanto nos gusta hablar, invertir en respeto a la pluralidad y convivencia entre diferentes es una de las mejores apuestas que podemos hacer para la Euskadi de hoy y la del mañana.