Rehusé la bolsa que me ofrecía en laentrada del super con un “gracias”.Ante la insistencia de aquella amable voluntaria del Banco de Alimentos añadí, “lo siento, no comparto esta campaña”.Su rostro se volvió agrio. Ha pasado más deun año y sigue sin saludarme como solía.Así que este fin de semana, el de la GranRecogida, evité mi super habitual. Sin ánimo alguno de ofender, y menos de juzgar atodos los voluntarios y donantes necesitoexpresar que a mí esto no me gusta, ni enfondo ni en forma. El objetivo era superarlos 2.000 kilos de 2018. Igual soy yo que conla calvicie se me van las ideas pero, ¿ahoralos vascos tenemos que celebrar que cadaaño se recoja más comida que luego serádonada? En la Gipuzkoa que los lunesdefiende con uñas y dientes sus pensiones,¿ahora lo solidario es dar comida? En unpaís con unos señores servicios sociales,¿ahora tengo que hacer cola una vez al mesen la calle para recibir alimentos? En esaEuskadi que reclama menos RGI y más trabajar, ¿ahora te damos una lote y pierdes tuderecho a elegir qué te llevas a la boca? Parala enfermedad Osakidetza, pero para lapobreza, ¿Banco de Alimentos? Me gustanlas campañas que además de proponer unamedida me dicen algo de las causas del problema. En esta ni rastro de ellas, ni presiónsocial para que la Administración se ocupede ello vía servicios y no lotes, y menos aúnexplicar qué piensan los que reciben lasdonaciones. Sé que se quiere evitar el despilfarro (gran aportación la que los bancoshacen al respecto) pero eso será con lasrecogidas diarias de lo que, al no ser comprado, iría a la basura, pero no animando ala compra masiva. Me diréis que mejor estoque nada. Tengo mis dudas. Como últimaopción, adelante, pero no como macrocampaña de la que hay que estar orgullosos porque cuantos más kilos mejor. Más Estado deBienestar y menos Estado de Bienqueda.