dvertía Fernando Lázaro Carreter en uno de sus recordados dardos sobre el uso incorrecto que se está haciendo de la expresión victoria pírrica, que en realidad no debe utilizarse para mencionar ningún triunfo ajustado sino para describir aquellos éxitos que se consiguen con tantas pérdidas propias que en realidad terminan siendo desfavorables, con costos demasiado grandes. Dicho en términos pelotazales, una victoria 22-21 no es pírrica si con ello se consigue una clasificación o una txapela, pero sí un holgado 22-5 que sin embargo le ha costado al pelotari perder las manos para muchas jornadas.

También tenemos las victorias que se festejan antes de tiempo: es decir, cuando en realidad no están consumadas. Siguiendo con el deporte, recordemos al merengue Juanito dando de rodillas la vuelta al campo del Valladolid para celebrar un campeonato que no era suyo, porque Zamora acababa de meter el histórico gol de Gijón. Que hasta el rabo todo es toro, lo dicen los taurinos; lo de la piel del oso, los cazadores.

Parecía justificada la euforia de Yolanda Díaz y su gente el pasado jueves tras el acuerdo sobre la reforma laboral. Tanto como los celos de sus coaligados en el gobierno, que se empeñan ahora en tratar de poner en valor el trabajo que ha debido de realizar Nadia Calviño en pos del consenso, quién sabe. Resulta, sin embargo, que no parece recomendable mostrar tanto alborozo si no se tienen los apoyos verificados, las cuentas echadas, los deberes hechos. Tampoco tratar con desdén a quienes llevan sacándote las castañas del fuego durante mucho tiempo.

Desconocemos cómo terminará para sus impulsores esta larga historia: si acabará con un triunfo gratificante, con una victoria pírrica y demasiados cadáveres en el entorno o con un cúmulo de desencuentros que devienen en fracaso. Deberían darse cuenta algunos, de que estas prematuras (y apresuradas) manifestaciones de júbilo logran titulares e imágenes que demasiadas veces resultan tan fugaces como imprudentes.