stán resultando interesantes estas semanas de discusión presupuestaria, pero no es menos cierto que, por lo demás, la política vasca vive una prolongada época de aletargamiento, como hemos advertido desde que se nos ofreció ocupar esta ventana. Es por ello por lo que se agradece que de vez en cuando emerjan movimientos sociales y políticos que, cuando menos, animan el panorama.

En un escenario en gran medida acaparado históricamente por la juventud de la izquierda abertzale oficial, observa uno el surgimiento de dinámicos movimientos que cuentan, entre otras, con una coordinadora de jóvenes socialistas, una organización de mujeres socialistas y una revista con interesantes contenidos que, se compartan o no, demuestran la determinación de un colectivo de jóvenes por luchar por un mundo por el que diríamos que también lucharon aquí durante décadas otras organizaciones comunistas que se fueron diluyendo. Se mueve también en ese ámbito la histórica organización de estudiantes de la izquierda abertzale, desligada ya de su anterior entorno político tras una ruptura convulsa.

Es difícil ocultar cierta sorpresa al observar las numerosas -y exitosas- movilizaciones y presentaciones de los citados colectivos, así como su dinámica de trabajo. El paisaje de Euskal Herria comienza también a poblarse de sus hoces, martillos, pancartas y pintadas. Hay quien ha tratado de circunscribir su empuje a las protestas en tiempo de pandemia y de caricaturizarlos como negacionistas, pero se equivocan quienes así tratan de subestimarlos.

Desconocemos si en un futuro inmediato toda esta pujanza se articulará de alguna u otra manera y tendrá incidencia en el horizonte político vasco; si las habituales divisiones en ese entorno ideológico se reproducirán también entre ellos; si podrán mantener su vigor en el tiempo. En definitiva, son muchas las incógnitas, pero también una certeza que no es menor: esta novedad en nuestro panorama político tiene mayor importancia de la que en general se le está otorgando.