Resulta difícil que se nos borre de la memoria la primera vez que algunos lo vimos en directo. El presentador del programa de ETB Xabier Euzkitze, bien documentado, le preguntó al entonces párroco en Zumarraga si era verdad que curaba homosexuales. Su respuesta fue rotundamente afirmativa, ante la estupefacción, entre otros, del ahora senador Koldo Martínez, quien le preguntó cómo realizaba tal exorcismo. Aquel esperpento televisivo fue motivo suficiente para que pensáramos que José Ignacio Munilla nunca llegaría a ser obispo, que era lo que se venía rumoreando. Nos equivocamos, vaya si nos equivocamos.

Siempre tiene uno dudas sobre la pertinencia de entrar a valorar cuitas internas de un colectivo del que no forma parte. Porque a día de hoy no soy creyente, mañana Dios proveerá. Pero tampoco se me hace ajena la Iglesia de Gipuzkoa. Disfruto mucho en mis habituales charlas con los amigos agustinos de Oñati; he compartido bellas vivencias en tierras lejanas con gentes de la iglesia guipuzcoana que se desviven por un mundo más justo; mantengo un recuerdo imborrable de mis semanas en una parroquia de Manhattan; y así podría enumerar muchas experiencias con religiosos que admiro, aunque algunos ya fallecidos. También leo, leo bastante sobre un tema que me apasiona. No ser miembros de la gran familia cristiana guipuzcoana no siempre nos convierte en seres extraños a ella.

Tengo además para mí que para tomar partido en algunas trifulcas tampoco hace falta ser miembro de un colectivo, ni tan siquiera tener un conocimiento exhaustivo de las cuestiones por las que se producen las discrepancias. Hay veces en las que la cuestión es algo mucho más básica, se trate de la Iglesia Católica o se trate de un club de filatelia. Y es que cuando el dirigente de un colectivo crea en su seno un pifostio como el que ha creado el obispo Munilla, primero con su nombramiento y luego con sus actuaciones, esa persona no debe dirigir más el colectivo. Se me ocurre que incluso personas cercanas a él, que comparten con el obispo su visión de la Iglesia, pueden llegar a tal elemental conclusión. Solo falta que se lo digan.