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Con acento europeo

Jesús González Mateos

Licenciado en Ciencias de la Información y Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid, es Master en Comunidades Europeas por la Universidad de Lovaina.

Previsión económica de otoño: Europa ante su propia paciencia

Bruselas alerta de que la inversión continúa débil, que la productividad avanza demasiado despacio y que la divergencia entre Estados miembros se consolida como un riesgo estructural

Previsión económica de otoño: Europa ante su propia pacienciaEP

La Comisión Europea presentó esta semana su Previsión Económica de Otoño, un documento que confirma una recuperación lenta, irregular y todavía frágil en el conjunto de la Unión. El crecimiento se mantiene, pero sin el impulso necesario para recuperar plenamente la confianza de empresas y ciudadanos tras dos años marcados por la crisis energética, la inflación persistente y un entorno geopolítico cada vez más incierto. Bruselas alerta de que la inversión continúa débil, que la productividad avanza demasiado despacio y que la divergencia entre Estados miembros se consolida como un riesgo estructural. En paralelo, recuerda que la transición digital y la transición verde exigen niveles de inversión que Europa aún no logra movilizar. El mensaje es inequívoco: no es una crisis, pero tampoco una salida clara del estancamiento.

FRACTURA POLÍTICA

El primer elemento que destaca la Previsión de Otoño es la nueva geografía del crecimiento europeo, con países que avanzan de forma sólida impulsados por su industria exportadora y otros todavía atrapados en dinámicas de bajo valor añadido, escasa inversión y márgenes fiscales muy reducidos. Esta fractura no es solo económica: es política. La capacidad de la Unión para sostener un proyecto común depende de que sus ciudadanos perciban un horizonte compartido, no un mapa de oportunidades crecientemente desigual. La prudencia fiscal que pide Bruselas es comprensible, pero llega en un momento delicado: aplicar las nuevas reglas sin frenar la inversión será un ejercicio de equilibrio milimétrico. Europa ya aprendió que la austeridad en momentos de transición estructural no corrige problemas: los agrava.

COMPETENCIA GLOBAL

El segundo elemento es la competencia global. Mientras Estados Unidos mantiene un ritmo económico apoyado en enormes estímulos industriales y tecnológicos, y China continúa reconfigurando industrias enteras, Europa corre el riesgo de quedar atrapada en una zona gris: demasiado exigente en regulación, demasiado lenta en ejecución y demasiado cauta en ambición inversora. De poco sirve hablar de autonomía estratégica si los sectores críticos dependen todavía de decisiones ajenas. La Comisión lanza un aviso implícito: sin política industrial real, sin innovación masiva en energía, datos y tecnología, el continente seguirá defendiendo posiciones mientras otros las conquistan.

UN OTOÑO DEMASIADO LARGO.

La tercera clave es de naturaleza política. Esta previsión es la primera de un nuevo ciclo institucional europeo, y lo que describe es una economía que necesita decisiones rápidas, capacidad de coordinación y un liderazgo dispuesto a asumir riesgos. España, como otras economías abiertas, observa estas cifras con un ojo puesto en la competitividad y otro en el margen fiscal. El reto es claro: convertir la estabilidad macroeconómica en un impulso de modernización que no se quede en anuncios. Europa no está ante un invierno económico, pero sí ante un otoño demasiado largo. Y la pregunta es si tendrá la determinación necesaria para que la próxima previsión no describa, otra vez, un continente que avanza con más prudencia que ambición.