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Lo que faltaba

Lo que faltaba

al mar agua? No tiene suficientes problemas de credibilidad el ciclismo como para meterse en más caminos turbios. El último, por no ir lejos, es ver cómo la cuenta oficial en Twitter de la Vuelta al País Vasco anima a apostar en una determinada casa de apuestas por quién será el ganador de la Itzulia, una prueba que, según la propia página web de la organización, cuenta como patrocinadores institucionales a Gobierno Vasco, Gobierno de Navarra, dos diputaciones y una ciudad. Pues nada, uno de los patrocinadores oficiales es esta casa de apuestas y ahí que van los mensajes animando a meter la pasta o en Simon Yates o en Alaphilippe o en equis. El ciclismo, el deporte más arrasado por el dopaje junto con el atletismo y la halterofilia, con una imagen que cuesta dios y ayuda sostener y cuyos aficionados seguimos viendo con una mezcla de autoexigida inocencia infantil y pasmo -las velocidades de Vuelta a Colombia, París-Niza, Volta a Catalunya o la de la subida al Poggio en la Milán-San Remo han sido de los tiempos de la barra libre o más-, dando paso y cabida a una actividad tan lícita como dañina. No hace falta señalar que el juego puede -y de hecho lo hace en un porcentaje importante- acabar degenerando en una adicción, que no es una actividad que contenga actividad social alguna -como sí tomarse una cerveza- sino más bien un asunto casi a ocultar y que es la juventud la que más bombardeada está siendo y también la que más riesgo corre. Que sean los propios entes deportivos -clubes, competiciones, organismos oficiales de carreras subvencionados con dinero público- los que promuevan las apuestas es para echarse a temblar. Y si esto tiene lugar además en el ciclismo, para llorar. Los dinerales que están invirtiendo las casas de apuestas en dejarse ver son considerables, pero esto hay que pararlo. Y solo se para con legislación y cuanto antes.