¿Te has quedado parado en unascensor sin que nadie te ayude? La sensación es muy desagradable. Empiezas por el susto, pasas alnerviosismo, luego a la ansiedad, frustración y uno termina aporreando las puertas ygritando en busca de ayuda. La reacciónparece lógica. Te sientes engañado y atrapado. Pues esto es lo que sienten hoy muchaspersonas. El ascensor social no funciona ycada vez más gente aporrea, a su manera,las puertas. La idea del ascensor ha sido clave para cierta paz social y ha dado muy buenos frutos. Durante décadas ha sido un granacuerdo entre generaciones y también, entrela izquierda y la derecha, para ofrecer oportunidades de ascenso en la vida. Ya podíasnacer hijo de obrero, que podrías aspirar air a la universidad y hasta a ser abogado, porejemplo. Se acababa aquello de que unonacía y moría en la misma clase social. Yano todo dependería solo de tu esfuerzo. ElEstado daba oportunidades y tomaba medidas para que los nacidos en buena cuna nose llevaran todo el pastel. Ese acuerdo estámuy roto. Así que buscamos por libre algoque nos dé seguridad, una explicación o unculpable. Y ello está provocando dos consecuencias políticas, más en España que pornuestros lares. La división y desorientaciónde la izquierda que no acierta ni en el diagnóstico, ni en las soluciones y que prefiereseguir pegándose tiros en el pie o, como laorquesta del Titanic, seguir tocando, mientras todo se hunde. Y la subida del bloque dela derecha por la parte ultra, escorando depaso al resto hacia su discurso antidemocrático. No deberían llamarnos tanto la atención los resultados electorales o el cabreosocial. Menospreciar los gritos del que estáatascado en el ascensor no funciona. Mentirle ofreciéndole soluciones mágicas serápan para hoy. Como en la vida, aceptar elproblema parece el primer paso para poderresolverlo.
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