Entre las múltiples reacciones que produjo aquí lo del Baltasar de Andoain llamó la atención la de la dirigente popular Asunción Guerra, quien no tuvo mejor idea que escupir frases insultantes y mentirosas, coherentes, eso sí, con el lamentable viaje que su partido está realizando hacia la derecha más carpetovetónica. Eran por lo tanto de esperar las reacciones que se produjeron ante los dislates de nuestra protagonista. Tuvieron especial éxito algunas que la tildaban de paracaidista, ya que había sido en su tiempo concejala del PP en Andoain, a pesar de no ser ella de la localidad de Buruntzaldea.

Pero no, el paracaidismo es otra cosa. Aceptar en aquella durísima época ser concejal de algunos partidos en pueblos donde ningún militante o simpatizante local se atrevía a hacerlo, fue más un acto de heroísmo que de paracaidismo. Es una cuestión que deberíamos tener clara, independientemente de las diferencias personales y políticas que nos separen y por encima de las estupideces que les ha dado por decir.

Y es también una cuestión que deberíamos tener presente ante la proximidad de nuevas elecciones municipales, ya que el adiós de ETA no ha supuesto aún la desaparición total de miedos y presiones entre nosotros para los seguidores de algunos partidos políticos. Acostumbrados como estamos a hablar de déficits democráticos, he aquí uno que nos incomoda enumerar. Sería una gran victoria democrática que todas estas personas sintieran plena libertad para engrosar las listas electorales; y a su vez para muchos de nosotros una gran victoria política que no se comieran una rosca en las urnas.

Ahora que lo del relato y la normalización están en boca de todos, sería deseable que se consensuaran cuestiones tan elementales como que aquellos que tanto se expusieron no fueron paracaidistas y que no es la de los presos la única cuestión que nos queda por normalizar.