Sus cosas
el país España necesita a gente como Rufián y Rufián o no lo sabe o lo sabe pero no sabe cómo afrontar que en el fondo está siendo un tonto útil de todo aquello que denuncia. En la misma semana en la que no se hablaba de otra cosa que de su enganchada con el educadísimo -siempre digo que la gente muy educada, salvo dos o tres casos concretos que conozco, me ponen mucho más en alerta que los malhablados- y mentiroso Borrell, se confirmaba que el Banco de España da por perdidos unos 42.000 millones de euros que se inyectaron para salvar el culo a las cajas y los bancos, una cifra que podría elevarse por encima de los 50.000. Esto es un dinerillo y esta clase de cosas se aprobaron en ese Congreso que de repente parece que ha pasado de ser el Royal Albert Hall donde cantaban Caruso y la Callas a ser el Razzmattaz de Barcelona con las actuaciones estelares de Manolo Kabezabolo y el peor Sid Vicious. Es como si de golpe los españoles se hubiesen dado cuenta de que aquello es un estercolero donde no solo hay intereses oscuros sino que también se eructa. Y lo de los intereses oscuros pase, pero de eructos nada. Así, personajes como Rufián, por mucho que diga muchas verdades a quienes tiene enfrente -personajes tan terriblemente peligrosos como Rivera, Casado o Borrell-, no hacen sino alimentar a la fiera, esa misma que no se solivianta cuando 42.000 millones se van al agujero pero sí cuando un macarra de bolera con barba a lo Sandokan abre los brazos en mitad del Congreso. Rufián está siendo el Arzalluz de los 80 y 90, o el Carod Rovira de principios de milenio, la diana perfecta en la que se van volcando los odios periféricos aprovechando los modos verbales o cualesquier cosa, apoyados por absolutamente toda la brunete mediática habida y por haber, implacable con todo aquello que ose poner en solfa el estado de las cosas, sus cosas, suyas en exclusiva desde hace tanto.