Incertidumbre y aventura
Reinhold Messner -junto al también gigantesco himalayista polaco Krzysztof Wielicki- recibió el viernes el Princesa de Asturias de los Deportes, un reconocimiento indudablemente justo para alguien que junto al otro galardonado y otros más como Kukuzcka, Habeler o Scott cambiaron la manera de entender y hacer alpinismo. Messner, inspiración directa para millones de jóvenes escaladores y montañeros de todo el mundo, aún es el único ser humano en el planeta que se ha plantado en el Everest él solo con su novia y un cocinero y una tienda y nada más, y se lo ha subido en solitario de arriba abajo sin oxígeno y sin campos fijos. El caso es que Messner dio varias conferencias y entrevistas y, en una de ellas, ya casi al final, dio con la clave absoluta de qué es el alpinismo y la aventura y aquello que en su día convirtió al Himalaya en el epítome de todo esto y a la barrera por encima de los 8.000 metros en lo desconocido: la incertidumbre. Dice que sin ella no hay alpinismo y que la tecnología, el conocimiento y la técnica están acabando con esa magia de no saber a qué atenerse. Y es completamente cierto, lo que otorga seguridad está de igual manera restando incertidumbre y magia. Hoy cualquiera de nosotros desde casa podemos seguir las predicciones meteorológicas que dan para el K2 o cualquier coloso, seguir el GPS de los montañeros que lo llevan y, especialmente en la montaña, disponer de tanta información que en muchos casos apenas se sale de la tienda de campaña. La información siempre es buena y más en sitios así, puesto que evita tomar decisiones arriesgadas. El problema es que creo que detrás de lo que dice Messner está incluido que esa información casi evita tomar decisiones, arriesgadas o no, puesto que las toma la información por ti. Quedan, eso sí, unos pocos que tratan de buscar la aventura, en ocasiones pagando el precio más alto. Como toda la vida.