La derecha se ofusca
Mientras el PP busca presidente entre insidias sin debate de ideas, Ciudadanos verbaliza una oposición descalificante contra el nuevo gobierno
la derecha ha perdido su duende. El mal de ojo se ha apoderado de su destino. PP y Ciudadanos parecen gafados, abducidos por el vudú de una izquierda renacida casi sin darse cuenta. Nada les sonríe desde hace mes y medio. Ocurre con Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado, enfangados en una pelea contaminada de insidias generadas por sus peones de confianza que dinamita el mínimo debate de ideas y reduce tantas escaramuzas a una lucha personalista. Ocurre con Albert Rivera, irritado porque la justicia alemana parece empeñada en envalentonar al independentismo catalán, ese espejo que supone su razón de ser y la esencia de su proceso de encantamiento ante la clase empresarial y financiera de España. Bajo semejante ofuscación, unos y otros se han dado cuenta de que el aterrizaje de guiños amables de los socialistas les va desplazando de ese foco político que siempre creyeron suyo. Para sacudirse del aturdimiento no se les ha ocurrido mejor idea que polarizar su discurso hasta limites peligrosos. Casado, de hecho, ha llegado a cuestionar la libre circulación que supone Schengen sin que nadie de su entorno lo haya reprendido.
Rivera ha dado la consigna de endurecer por encima de la cortesía parlamentaria su oposición descalificante contra el gobierno de Pedro Sánchez. Cuando en las terrazas veraniegas de Madrid se cruzaban apuestas una y otra noche sobre el alcance de la carga explosiva del próximo capítulo del máster de Casado al modo de la defenestración de Cifuentes, un vídeo viral ha puesto de los nervios, en cambio, a los sorayistas. El cainismo propio de las batallas internas socialistas parece dinamita mojada comparado con el fuego amigo de los populares. Esa sórdida denuncia visual que aflora una incoherencia entre la pretendida renovación que defiende Soraya y el apoyo que recibe de ilustres veteranos poco queridos en el partido como Javier Arenas, Celia Villalobos y Cristobal Montoro -todos andaluces, la tierra que más compromisarios aporta- ha exasperado los ánimos ya tan encendidos. El PP saldrá trastabillado de un congreso sin reflexión ni otro horizonte que los lugares comunes, aunque posiblemente más derechizado para satisfacción del PSOE y de su expectativa de seguir mandando también después de 2020. Soraya podrá conquistar el PP pero se ha dado cuenta de que el discurso aguerrido de su rival cala con fuerza entre su afiliación hasta el extremo de haberse contagiado del aire retador. Quizá Casado no acabe acumulando todos los votos que le vienen asegurando los cospedalistas despechados -decenas de votantes llevan las dos camisetas-, pero se ha asegurado un sitio privilegiado en el futuro inmediato del partido siempre pendiente de su máster.
El Gobierno Sánchez va a lo suyo. El desgaste queda para el PP, meditabundo en una oposición donde sigue sin encontrar acomodo. Los socialistas siguen llenando tertulias y cabeceras con jugosas intenciones mientras rellenan los cargos estratégicos con algunos afines sorprendentes pero de trayectoria compartida, aunque para ello necesiten de un agotador calendario de plenos parlamentarios en verdad poco edificantes. El latido del Congreso vive sobresaltado en otro julio intenso porque el pánico que representa para el PSOE hilvanar mayorías está provocando un cierto estado de improvisación que, desde luego, no trasciende más allá de sus largos pasillos. Además, ante las fugas intencionadas del despreciable comisario Villarejo sobre las debilidades tan peligrosas del rey Juan Carlos, la irritación nacional-madridista por el nombramiento del seleccionador Luis Enrique y el enésimo varapalo al vacilante juez Llarena, la vida parlamentaria es incapaz de hacerse un hueco más allá de la bochornosa bronca sobre cómo naufragó el Banco Popular. Mientras, C’s se resiste a morder el polvo agarrado al clavo ardiendo del imperio de la ley en Cataluña y del cuestionamiento bastante lesivo sobre la legalidad del Gobierno socialista. Rivera, desde luego, ha recuperado posición mediática con discursos en territorios amables que retroalimentan sus expectativas aprovechando la parálisis del PP ante los seguidores de una derecha cada día más preocupados porque sus referencias ideológicas naufragan en la zozobra del nuevo tiempo. Las primeras decisiones socialistas -aún queda el zambombazo de la exhumación de Franco- han alentado con mucha claridad que vuelve a haber dos orillas, la izquierda y la derecha. Eso sí,todavía se están alineando.