el día a día hace que muchas veces no se valore de manera adecuada entre nosotros la pujanza innovadora y el desarrollo social que existe en Euskadi, hasta tal punto de que, a pesar de nuestro pequeño tamaño, se han convertido en modelo a imitar. De vez en cuando tienen que venir de fuera para hacernos creer la potencialidad que disponemos y poner en valor aquellas iniciativas que, no por novedosas, siguen provocando la admiración y el respeto de los foráneos. Esto es lo que ocurrió hace unas semanas, cuando durante la visita que el premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz, realizó a Donostia para pronunciar una conferencia, invitado por la Diputación Foral de Gipuzkoa y el Colegio Vasco de Economistas, el profesor de la Universidad de Columbia, experto en temas de desigualdad, calificó al modelo cooperativo de Mondragon como “un ejemplo para todo el mundo”. No es la primera vez que Stiglitz se manifiesta en favor del cooperativismo y las empresas de economía social por “ser proyectos que están pensando en el largo plazo y son un pilar clave para el equilibrio económico”. No contento con esa afirmación, Stiglitz aprovechó su estancia en Gipuzkoa para conocer sobre el terreno la realidad cooperativa, algo que no pudo hacer en las dos ocasiones que con anterioridad estuvo en Euskadi, con una visita al grupo Danobat, al centro tecnológico Ideko, al hipermercado de Eroski en Arrasate y a la sede de Mondragon Corporación. La importancia del modelo cooperativo es tal que sus valores están transcendiendo fuera de su ámbito para formar parte de la estructura de funcionamiento de empresas de capital en un proceso de mimetización que tiene mucho que ver con el gran cambio social que se está produciendo. Ese cambio está provocando que las relaciones en el seno de las compañías pasen de la dinámica de la confrontación entre el capital y el trabajo a la cooperación y corresponsabilidad entre los individuos que forman parte de un proyecto empresarial, teniendo como eje y centro a la persona.

En definitiva, un modelo humanista de la empresa que tiene en la participación de los trabajadores en las empresas una de sus expresiones más llamativas y que responde a la necesidad de responder de manera eficaz a la transformación que se está produciendo en el mundo de las empresas, en donde la fuerza del trabajo en su componente físico y de supeditación a la máquina ha dado paso a la gestión del conocimiento y la innovación que radican de manera exclusiva en las personas.

Si hace un mes todos los grupos del Parlamento Vasco se pusieron de acuerdo por unanimidad --algo insólito en la Cámara Vasca, salvo en determinadas ocasiones-, para impulsar el modelo inclusivo-participativo de empresa y a presentar conjuntamente una Proposición no de Ley en el que se insta al Gobierno Vasco a desarrollar un plan estratégico para su promoción, ahora esa misma preocupación ha tenido su expresión en el Parlamento de Navarra.

En concreto, la semana pasada, la Comisión de Economía del Parlamento de Navarra aprobó una moción para el impulso de ese nuevo modelo de empresa basado en la participación de los trabajadores en la gestión, los resultados y la propiedad de las compañías que ha contado también con el apoyo unánime de todos los grupos parlamentarios presentes en la Cámara foral.

En la moción, los firmantes instan al Gobierno de Navarra a poner en marcha un plan de actuación para la promoción del modelo inclusivo-participativo de empresa, entre las compañías del territorio foral, al entender que se está produciendo un cambio en el seno de las compañías en un nuevo entorno competitivo que “hace que la creación de riqueza y la sostenibilidad de los proyectos empresariales descansan en la innovación y en la responsabilidad de las personas que la hacen posible, lo que implica preocuparse de que éstas tengan un salario digno, de su formación, su adhesión al proyecto empresarial, su satisfacción en el trabajo, la cohesión social que facilita el trabajo en equipo, un trato justo desde el punto de vista de género, la preocupación por la conciliación de la vida profesional y familiar?.”

Todo ello supone un gran espaldarazo a la labor ingente y callada que durante cerca de dos años han desarrollado los miembros de Arizmendiarrietaren Lagunak Elkartea (ELA) con agentes institucionales y políticos, empresariales, sindicales, sociales, etc., dentro de su objetivo de difundir los valores cooperativos y reflexionar sobre nuevas propuestas socioempresariales basadas en los principios que inspiraron al fundador del movimiento cooperativo.

Y mientras uno de los valores cooperativos por excelencia, como es la participación de los trabajadores en las empresas, está calando de manera importante en la sociedad, desde Mondragon Corporación no se están viendo actuaciones decididas, al menos de carácter público, en el impulso de estos principios en otros sectores fuera de su ámbito y que son señas de identidad del movimiento fundado por el P. Arizmendiarrieta.

Sorprende que, después de año y nueve meses de llegar al cargo, la primera entrevista en un medio de comunicación generalista del presidente de Mondragon Corporación, Iñigo Ucin, se produjera en vísperas del juicio celebrado a principios de mayo por la demanda que 900 socios inactivos de Fagor Electrodomésticos y Edesa han presentado contra el grupo cooperativo reclamando 47 millones de euros por las aportaciones voluntarias que invirtieron en la cooperativa y que con la declaración del concurso de acreedores no han podido rescatar.

Y menos se entiende que el objetivo de esa larga entrevista, a juzgar por el gran espacio que acaparó, se centrase exclusivamente en defender la posición de la Corporación antes de la celebración de la vista, cuando hasta entonces el silencio mantenido en este asunto había sido sepulcral. Salir a la opinión pública por primera vez con esta cuestión y de esa manera parece que no se corresponde con la importancia y el nivel que en sus actuaciones debe tener el ejercicio del cargo de la máxima responsabilidad de un grupo empresarial compuesto por 268 empresas y cooperativas, que tiene unos ingresos de 12.033 millones de euros y da empleo a 73.635 personas.

No es descubrir nada nuevo afirmar que por la experiencia acumulada de acontecimientos pasados, la solidaridad intercooperativa funcionó con Fagor Electrodomésticos en muchas ocasiones y por eso existía la creencia generalizada inducida entre los socios inactivos de que Mondragon Corporación no iba a permitir la quiebra de la cooperativa, a pesar de los problemas que ya presentaba y que eran conocidos. Por eso el cierre de la cooperativa, que fue gestionado en el tiempo para evitar mayores efectos colaterales negativos en el seno del grupo, supuso todo un mazazo, sobre todo en aquellos que como los demandantes habían invertido todos sus ahorros en la empresa.

A la espera de la sentencia, que parece que va a tardar algunos meses, bueno será que Mondragon Corporación, después del período de reflexión y de puesta en valor de nuevos modelos organizativos que está llevando a cabo, abandone la política de permanente falta de proyección social que practica y recupere el liderazgo y protagonismo que le corresponde en la sociedad vasca, no ya por ser el primer grupo industrial de este país, sino también por los valores de modelo de empresa de economía social que representa. Unos valores que siguen estando en plena vigencia si tenemos en cuenta que en 2017 se crearon en Euskadi un total de 200 nuevas cooperativas y que alrededor de unas 60, de las que algunas no han surgido en el seno de Mondragon Corporación, están trabajando en el entorno de empresas del grupo. A la espera.