Por higiene o por amianto
TVE acaba de perder buena parte de su memoria: su vestuario. Miles de prendas, miles de zapatos, miles y miles de complementos. Toda esta memoria física ha desaparecido de los almacenes de los Estudios Color sin que nadie se diera cuenta y de buenas a primeras. Ahí estarían las rebecas de Letizia periodista, los alfileres de Jesús Hermida, las cajas de puros vacías de Chicho Ibáñez Serrador, las gafas de sol de Matías Prats padre, las minifaldas de Laura Valenzuela y las chicas del Un, dos, tres responda otra vez o los trajes horteras de Joaquín Prat. Vete tú a saber si por allí también estaban las alforjas y fajas de Curro Jiménez, las sayas largas de Gabi, Fofó, Miliqui o los trajes de faralaes de Carmen Sevilla y Lola Flores. También pudieran haber sido depositados aquellos vestidos de Pilar Miró que sirvieron de venganza fría al pérfido Alfonso Guerra. Pérdidas irreparables. El amianto, que tanto daño hace en las personas, es la excusa que alguien ha puesto para deshacerse de las prendas que cubrieron a las estrellas de la televisión desde 1956. Si uno lo piensa bien, este armario retroactivo de TVE es una especie de síndrome de Diógenes que muchos padecemos en nuestras casas y por el que guardamos desde el disfraz del carnaval hasta los trabajos manuales de preescolar. La noticia de la desaparición del vestuario de TVE es como la extirpación de un tumor enormemente grande y desproporcionado, que uno no sabe si es benigno o no. Ante la posibilidad de que esta recuerdo mezclado con el amianto pueda adquirir proporciones gigantescas, alguien ha decidido meter los camiones y sacar todo aquel material de trabajo con el que se hizo la única televisión que pudimos disfrutar durante décadas. En un país donde se machacan los discos duros de los partidos corruptos que gobiernan, la desaparición de estos vestidos y complementos es más una cuestión de higiene que de pérdida de memoria. O así lo sentimos algunos.